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Category: Español

Romper el círculo

Posted on 2022/09/23 by avisbabel

En este verano, que ha superado viejos récords de temperatura, muchos habitantes que exportan su oro azul por todo el mundo han conocido un problema que creían reservado a territorios lejanos mas pobres : el racionamiento de agua. De Alta Saboya a Aveyron decenas de pueblos han recibido aprovisionamiento de agua en camiones cisterna ; de Creuse a los Alpes-Marítimos, muchos otros han dependido de decenas de miles de botellas de plástico ; en Var, un ayuntamiento ha decretado un consumo máximo de agua por domicilio, debidamente controlado por los contadores conectados ; en Gard, otro ayuntamiento ha decidido cortar el suministro cada día entre las 18h y las 2 de la madrugada.

Las prohibiciones y limitaciones del uso de agua se han multiplicado en todas partes, con las habituales derogaciones que permiten a los dueños de campos de golf regar su césped, a los productores de maíz regar sus campos agroquímicos bajo un sol abrasador, o que las fábricas bombeen todo lo que necesiten para poder seguir envenenando el planeta. A la cabeza, los sectores habituales : siderurgia, química, refinerías de petróleo y trituradoras de celulosa. Sin olvidar la energía nuclear, ya que cuatro centrales (Bugey, Golfech, Blayais, Saint-Alban) han alcanzado el umbral máximo de descargas térmicas en los ríos (cosa que normalmente provocaría paradas temporales),pero han sido autorizadas para seguir aumentando la temperatura de las aguas vertidas en los ríos, a pesar de los daños adicionales causados a la fauna y flora. Esta es otra muestra de como contribuye la energía nuclear al calentamiento del planeta (la central de Saint-Alban sube 3ºC la temperatura del río Rhone para refrigerar sus reactores), considerando que de los 32,3 millones de m³ de agua dulce bombeada en toda Francia, la mitad se usa para refrigerar las centrales de producción de electricidad.

Para que el dispendioso complejo tecno-industrial avance cueste lo que cueste, este verano también se han experimentado otras técnicas autoritarias de racionamiento de agua para la población. Tomemos Gerardmer, en Vosgos, que tras haberse enriquecido gracias a la industria del turismo de masas, a sufrido tal escasez en sus capas freáticas que la alcaldía ha decidido extraer agua de su célebre lago natural. Poco importa que su nivel ya estuviera bajando 3 centímetros al día. Por eso, a principios de agosto, los habitantes de la llamada « Perla de Vosgos »,han estado muchos días con agua declarada oficialmente como no potable y « no apta para el consumo »… agua que había sido extraída directamente de aguas infestadas de crema solar y barcos turísticos.

Si nos vamos un poco mas al sur de esta zona masificada, a la ciudad termal de Vittel, que en un siglo ha visto pasar la ‘crème‘ de la aristocracia rusa y de la oligarquía colonial, se produjo una situación todavía mas clara : Nestlé Waters extrae 800 millones de litros anuales de agua mineral para embotellar un 1,5 millones de botellas de plástico para enviarlas a todos los rincones de Europa mientras los acuíferos profundos se van secando poco a poco, y la solución propuesta por las autoridades locales a sus habitantes es obtener el agua de otros lugares, gracias a la construcción de una gigantesca tubería que la extraiga de territorios vecinos. Una situación similar a la del agua de Volvic, en Puy-de-Dôme, esta vez explotada por Danone, donde el ayuntamiento restringe el asentamiento de nuevos residentes negándoles el suministro de agua – por falta de caudal – reservándola para el embotellado. Esto muestra la tendencia de una situación mucho mas crítica en numerosos países – desde México a Pakistán –, donde tras la compra de la mayoría de reservas naturales por parte de grandes empresas, el único agua potable en los barrios pobres es la embotellada.

Esta cuestión estratégica del descenso global de las reservas de agua dulce ha sido prevista desde principios de los años 2000 por las grandes empresas agroalimentarias que ya se preguntaban qué recurso garantizaría su crecimiento durante el siglo venidero antes de apostar por el agua… y empezar a comprar reservas naturales en todo el mundo, visto que las previsiones mas optimistas indican que esta escasez podría afectar hasta a 5.000 millones de personas en 2050. Esta misma tendencia llevó, en diciembre de 2020, a la Bolsa de Chicago a dar un paso que nunca se había hechoantes, cuando decidió cotizar el subsuelo de California, creando así el primer mercado de futuros del agua natural, igual que con el trigo o el petróleo. Y, de hecho, no había ninguna razón para que un recurso de este tipo, que se está agotando en todo el mundo, no fuera a su vez objeto de especulación financiera con la ayuda de inteligentes transacciones algorítmicas que fijarían por adelantado el precio de su uso (durante varios meses o años). En California, asolada desde hace años por la sequía y los incendios, y donde el 80% del consumo de agua corresponde a las empresas agrícolas, en los dos últimos años hemos visto cómo los agronegocios han ganado más dinero vendiendo los títulos de uso de agua que con la explotación de las tierras, en especial vendiéndolos a las ciudades de San Diego y San Francisco… o a Silicon Valley.

De forma mas general, como en ámbito de la energía o las nocividades acumuladas en una carrera infernal (carbón, petróleo, nuclear y eólicos), el agotamiento de las reservas de agua dulce, paralelamente al envenenamiento industrial de tierra y aire, está conduciendo a un círculo vicioso que ninguna solución técnica puede resolver. El 3 % del agua dulce del planeta proviene de la evaporación de los océanos, donde el 10 % del vapor producido acaba regando los continentes en forma de precipitaciones cuando su temperatura desciende (el resto vuelve al mar). Una de las consecuencias del calentamiento climático no consiste sólo en la aceleración global del ciclo del agua por el aumento de la temperatura de la superficie marítima, sino también en la alternancia entre inundaciones y grandes periodos de sequía, combinada con las escasas reservas de agua dulce, que se reponen de forma mucho mas lenta (desde la nieve y los glaciares en las montañas hasta las aguas subterráneas de las llanuras, por decirlo brevemente).

Para afrontar los periodos de sequía, los grandes genios de la industria y del sector energético, que prevén nada menos que un aumento del 70 % de sus necesidades de agua de aquí a veinte años, no han encontrado mejor forma de evitar que el agua se filtre al suelo que recogiéndola de antemano (creación de gigantescos depósitos de agua de lluvia) ; bombear aguas subterráneas durante el invierno para que haya aún menos el resto del año (construcción de mega-balsas para la agricultura industrial) ; o desalar artificialmente agua de mar. Aunque actualmente esta última técnica siga siendo la más popular, de Cataluña a Singapur pasando por los países del Golfo, no sólo agrava el calentamiento climático consumiendo cantidades monstruosas de energía, sino que también genera enormes cantidades de lodo salado (por cada litro de agua potable se produce un litro y medio de salmuera), con concentraciones de sustancias químicas y más caliente que el agua de mar en el que se vierten… acelerando así la salinización, la contaminación y el calentamiento de los océanos.

Del mismo modo, en respuesta a la creciente contaminación de las aguas subterráneas por pesticidas y otros disruptores endocrinos, el potenteSindicato de aguas de Île-de-France (SEDIF), que agrupa a 135 municipios de la región de París, ha gastado cientos de millones de euros en la producción de agua por ósmosis que debería llegar a los grifos en 2030 :se trata de la misma tecnología utilizada para desalinizar el agua de mar aplicada al agua dulce con bajas presiones, consumiendo, como su prima hermana, tres veces más electricidad que las actuales plantas de tratamiento de agua. Salvo que, pequeño y trivial detalle, este « agua mas pura que pura » seguirá siendo no apta para el consumo por falta de sales minerales… ¡ estas se añadirán artificialmente, mientras que los condensados de residuos indeseables de la filtración por ósmosis acabarán en el mismo río (el Oise) del que se obtuvo el agua. !

En resumen, siempre es la misma cantinela cuando se trata de mantener con respirador un sistema sin aliento : ¿que falta agua dulce ? Pues la metemos a cotizar bolsa, en mega-balsas o en reservas industriales para garantizar que se siga priorizando la insaciable necesidad de agua de las fábricas. ¿Que están envenenando el agua restante cada día, al tiempo que se reduce su disponibilidad debido al calentamiento y el acaparamiento? Pues la filtramos devorando gran cantidad de recursos energéticos y extractivistas, que a su vez cierran el círculo hacia el abismo. Estamos atrapados dentro de este círculo de una guerra despiadada contra la vida, donde el acceso al agua dulce representa el último límite de la vida en la tierra. Un círculo que unos cuantos recolectores de estrellas ya están empezando a romper sin esperar a nada ni a nadie, saboteando, por ejemplo, los megaproyectos agroindustriales del oeste del país [1], deteniendo temporalmente las fábricas de semiconductores [2], cortando los flujos de datos que se transmiten desde lo alto de las torres de vigilancia [3] o que pasan justo por debajo de nuestros pies [4], así como incendiando lo que alimenta [5] este mortífero mundo.

¿ Qué clase de libertad y de relaciones sociales se pueden desear respirando aire tóxico, con los pies pisando tierra envenenada y bebiendo agua salobre uno de cada dos días ? Si este es ya el destino, reservado con total indiferencia, para toda una parte de la humanidad sacrificada en el altar del progreso tecno-industrial, su extensión sin límites a toda la vida sobre la tierra debería decirnos algo. Tan cierto como que la pregunta planteada mas arriba, de todo menos retórica, contiene en si misma la respuesta : destruir todo lo que nos destruye se ha vuelto mas vital que nunca…

[Traduccion de Avis de tempetês, n. 55-56, 15 agosto 2022]

[Notas del traductor]

1. [FR] https://sansnom.noblogs.org/archives/13370
https://reporterre.net/Golfs-SUV-Ils-ont-sabote-ils-racontent
https://reporterre.net/Guerre-de-l-eau-la-carte-des-bassines-contestees-en-France

2. [ES] https://www.alasbarricadas.org/noticias/node/48819

3. [ES] https://plagueandfire.noblogs.org/sabotajes-incendiarios-al-5g-teorias-de-conspiracion-y-reino-unido/ (2020)

https://anarquia.info/francia-aumento-de-la-incidencia-de-los-sabotajes-de-antenas-y-de-fibra-optica/ (2022)

4. Ibid.

5. [FR] https://sansnom.noblogs.org/archives/category/le-jus-de-ce-monde

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Herencias mortíferas

Posted on 2022/09/23 by avisbabel

En 221 a.c., el señor de la guerra Ying Zheng concluye la unificación de China y funda la dinastía Qin, de la que se proclama emperador. Después de enviar sus tropas a repeler las tribus demasiado salvajes del norte, ordenó la construcción de una serie de fortificaciones militares mas allá del río Amarillo para defender los territorios recientemente conquistados. La colosal obra será conocida como « muro de diez mil li », o mas comúnmente la Gran Muralla, fruto del trabajo forzado y de la explotación de cientos de miles de presos, soldados, obreros y campesinos que verán coronar la legendaria crueldad del nuevo emperador. Desde entonces, miles de tramos de la Gran Muralla han sido destruidos, abandonados, enterrados, reconstruidos y ampliados a lo largo de 20 siglos de dinastías sucesivas. Hoy sigue siendo el mayor complejo arquitectónico en longitud, masa y superficie que el ser humano haya construido jamás. Los mas de 6.700 kilómetros de bastiones y fortalezas siguen simbolizando el poder estatal, o mejor, la mega-máquina, esa organización centralizada en la que confluyen técnica, explotación y poder, aplastando la autonomía, las diferencias y la libertad. Aunque su vocación primaria era la preservación de los territorios de los emperadores frente a los ataques e incursiones de tribus salvajes – principalmente mongoles –, no era por fuerza la principal, como atestigua la historia de los reinos y repúblicas, también llena de gigantescas construcciones técnicas, destinadas a inspirar temor y sumisión a los individuos frente al poder estatal.

A principios del siglo XII de nuestra era, el emperador Sui Yangdi compuso el siguiente poema para apoyar su política de restauración de fortalezas militares : « A través del desierto reconstruimos la Gran Muralla / Pero la idea no es nuestra / Fue construida por sabios emperadores del pasado : / Ellos establecieron una política que durará miles de siglos / Para asegurar la vida de sus millones de súbditos ». Estos versos ahora se aplican perfectamente a otra obra humana que en 2011 vino a destronar la inmensidad de la Gran Muralla China en longitud, masa y superficie. Ahora, estas líneas sonperfectamente aplicables a otra obra humana que en 2011 vino a destronar la inmensidad de la Gran Muralla en anchura, masa y superficie. Una estructura de proporciones inimaginables que se ha liberado de las estrechas fronteras de las naciones competidoras para establecerse en todos los rincones del planeta, independientemente de los regímenes políticos vigentes. Una obra que atravesó todas las barreras naturales, que cruzó los océanos y penetró en las entrañas de la tierra, que se abrió paso a través de los bosques y conquistó macizos montañosos dejando un legado que « durará miles de siglos » y determinará « la vida de sus millones de súbditos ». Los emperadores nunca podrían haber imaginado que en un solo año una civilización podía construir una muralla que pesa 57,4 millones de toneladas, según las estimaciones más bajas. Y que cada año seguiría produciendo su equivalente y probablemente mucho mas, ya que en menos de una década la curva exponencial de su producción ha aumentado un 21 %. Se trata de todo lo que se aglutina bajo el modesto nombre de « desechos de equipos electrónicos y eléctricos », esto es frigoríficos, ordenadores, teléfonos, monitores, estufas, lavavajillas, routers, baterías… En resumen, todo lo que conforma la triste flora metálica y plástica de nuestro mejor de los mundos.

Tras décadas de vertido de estos residuos altamente tóxicos a países africanos y asiáticos (una sola pantalla de plasma contiene suficiente plomo, cadmio, cromo y arsénico como para contaminar 50m3 de tierra durante al menos 30 años, el equivalente al jardín de un pequeño propietario), los Estados industriales han lanzado sucesivos programas para apoyar la industria del reciclaje. Aunque la rentabilidad de este negocio esté aumentando por los precios de los metales raros o preciosos que se pueden extraer de los desechos electrónicos (lo que los convierte en una mercancía mas) y por una demanda que no deja de crecer en un mundo en plena « transición ecológica » hacia un mundo totalmente digital y electrificado, el problema de la toxicidad de los procesos sigue estando ahí, además del de la parte no reciclable, que sigue siendo un nudo gordiano imposible de resolver. Y no son los vastos programas estratégicos lanzados a nivel de la Unión Europea para desarrollar un sector de reciclaje muy sofisticado, con el fin de reducir su dependencia casi total del suministro de metales necesarios para su renovación industrial, los que harán desaparecer mágicamente la toxicidad de estos residuos. Ésta sólo se suma a la de los residuos nucleares, con los que no se sabe qué hacer, y a la de los residuos altamente tóxicos de la industria química o electrónica, que acaban en barriles enterrados bajo tierra. A la espera de ser un poco más sofisticados, esto no impide que los industriales y los Estados sigan organizando, de forma más o menos mafiosa, la exportación de residuos electrónicos a otros países : desde el vertedero de Agbogbloshie (Ghana) donde barcos procedentes de Europa descargan mas de 250.000 tonelada anuales, pasando por los infernales vertederos cercanos a las ciudades de Lagos, Ibadan y Aba, hasta los vertederos a cielo abierto diseminados por Camerún, Kenya, Tanzania, Uganda o Chad. A parte del hecho que actualmente existe un auténtico tráfico internacional de desechos a través del cual los grandes del reciclaje aprovechan para deshacerse de lo que no es rentable reciclar. Por ejemplo, no menos del 60% de los ordenadores y aparatos electrónicos de segunda mano entregados por las autoridades europeas a los países africanos como « ayuda al desarrollo » resultan ser irreparables, es decir, residuos camuflados.

Otra obra de embergadura

Otra obra del mismo tipo, que no tiene nada que envidiar a los desechos electrónicos en términos de toxicidad, supera de lejos esta producción anual. Después del gran salto hacia delante de la petroquímica a finalizar la II Guerra Mundial, cuando todos los ejércitos se alimentaban por la magia de la química, la producción mundial de plástico experimentó un crecimiento exponencial, pasando de 2,3 millones de toneladas anuales en 1950 a 448 millones de toneladas en 2015. Desde el auge del plástico, la industria petroquímica a agraciado al planeta y sus habitantes con mas de 7 mil millones de toneladas de plástico (un material casi indestructible, no biodegradable, cuya duración de vida va de los 450 años al infinito, por si quedaba alguna duda sobre la durabilidad del legado industrial)… de las cuales casi cerca de 6 mil millones de toneladas se acumulan ahora en los vertederos y en la naturaleza. Es probable que una muralla así supere la imaginación más megalómana de cualquier emperador, ya sea romano, chino, maya o egipcio. Se puede añadir con orgullo a la ya bien nutrida lista de logros de la civilización industrial, que ha cubierto la superficie de la tierra con fábricas, centrales nucleares, presas gigantescas, autopistas, megapuertos, complejos químicos y bases militares, superando con creces a los imperios del pasado en todos los aspectos (tanto en términos de recursos energéticos utilizados como de cantidad de súbditos gobernados).

El plástico tiene un 99 % de compuestos de origen fósil. Se fabrica a partir de nafta, un líquido producido mediante destilación de petróleo, o de etanol, que se encuentra en el gas natural. Para producir plástico, el sector petroquímico utiliza petróleo y gas, como materias primas y como fuentes de energía, lo que la convierte en la industria más ‘energívora’ del mundo. La Agencia Internacional de Energía (AIE) calcula que la industria petroquímica mundial crecerá un tercio entre 2020 y 2030. La petroquímica, que ya consume el 14 % de la producción total de petróleo y el 8 % de la de gas, es la causa principal del crecimiento del uso del petróleo. Las previsiones más conservadoras sugieren que más de mil millones de toneladas de plástico al año inundarán el planeta en 2040, lo que significa que el petróleo acabará utilizándose más para fabricar plástico que como combustible para los vehículos. En todo el mundo, los planes para construir, ampliar o reconfigurar las refinerías para producir plásticos avanzan a buen ritmo. En Francia, la inversión en desarrollo de productos y capacidad de producción petroquímica han aumentado un 40 % entre 2020 y 2021, con la ayuda de subvenciones estatales concedidas en el marco del componente « insumos esenciales para la industria » del famoso programa de renovación industrial France Relance. Sin embargo, la gran mayoría de los nuevos proyectos destinados a aumentar la capacidad de producción de plásticos se encuentran en Asia y en los países del Golfo, donde se están construyendo o ampliando enormes complejos petroquímicos, como el fruto de la colaboración entre la petrolera saudí Aramco y el gigante energético francés Total, situado en Jubail (Arabia Saudí). Llamado Admiral, este faraónico centro petroquímico producirá nada menos que 2,7 millones de toneladas de productos químicos plásticos al año a partir de 2024.

Cada tres segundos, una tonelada de plástico va a parar al océano. Expuesto al agua y a la sal, los trozos de plástico se rompen en pequeñas bolitas, del tamaño de un grano de arroz o mas pequeñas todavía, que poco a poco acaban formando continentes flotantes, o mejor dicho, una sopa de plástico. En tierra firme, el plástico usado simplemente se entierra, cuando no se incinera (proceso que emite una cantidad impresionante de partículas tóxicas al aire, además de contribuir al calentamiento global por la emisión de gases de efecto invernadero, equiparable a la emitida durante su proceso de producción). Pero como los vertederos se llenan rápidamente, los residuos de plástico pronto entraron al mercado. Hasta 2018, cuando China puso fin a todas las importaciones de residuos, el país representaba casi tres cuartas partes de las importaciones mundiales de residuos plásticos, ya que las empresas occidentales aprovechaban la oportunidad de llenar los contenedores en la otra dirección de este gran exportador de productos manufacturados. Tras el embargo chino, la industria del reciclaje trasladó inicialmente parte de su actividad a los países del sudeste asiático, encabezados por Malasia, seguida de Tailandia e Indonesia. Luego, el año pasado, ante las protestas de los Estados afectados por esta verdadera avalancha de residuos plásticos en su territorio, los industriales, como era de esperar, se remiten continente africano, igual que con otros residuos. En lugar de « reciclar » el plástico, se trata, una vez más, del simple vertido de residuos, ya que esta operación sigue siendo un asunto muy complejo: la mitad del plástico no es reciclable, y alrededor de un tercio sólo se puede reciclar una vez. Todo este hermoso plástico petroquímico termina inevitablemente en los vertederos, esparcido por todo el mundo, o engullido por los océanos.

Herencias mortíferas

El industrialismo no sólo significa la producción de montañas de objetos nocivos, la maquinización y la robotización del presente, sino que también tiende a constreñir tanto el pasado (destruyendo autonomías y saberes, y arrasando las condiciones materiales que hacían posible una vida ajena a la dependencia industrial) como el futuro, condenándolos a un presente perpetuo.

La producción de residuos que supera la escala de muchas generaciones, y posiblemente de la humanidad, es un claro ejemplo. El presente, determinado por la producción industrial, se expande entonces indefinidamente hasta engullir todo lo que podría ser el futuro. Se trata de una ruptura sin precedentes que ya habían planteado los primeros críticos lúcidos de la energía nuclear: no sólo la existencia de esas centrales condiciona fuertemente, por su peligrosidad, las posibilidades de crear un mundo distinto al técnico y autoritario, sino que los residuos radiactivos que producen masivamente hipotecan cualquier horizonte de futuro. Un mundo sin residuos radiactivos, con todo lo que ello conlleva, ha desaparecido de la lista de posibilidades. Y es aquí donde la producción nuclear alcanza dimensiones casi absolutas, determinando hoy todo lo que será posible (o no) por los siglos venideros. A la vista de la ingente producción de residuos industriales, desde plástico hasta metales pesados, la formidable espada de Damocles que la energía nuclear puso en manos del Estado y sus técnicos el siglo pasado, ya no tiene nada que envidiar a la de este podrido siglo XXI.

En todos los rincones del planeta, en medio de la ya innegable aceleración del cambio climático, al que la civilización industrial parece decidida a responder intensificando su guerra contra la vida, el legado tóxico de nuestro mundo se acumula día tras día. Su terrible carga ontológica ha hecho inútil cualquier intento de disolverlos en los océanos, de enterrarlos en las entrañas de la tierra, de convertirlos en humo que se disipa en el aire o de reciclarlos para alimentar a la insaciable bestia de la producción industrial. De hecho, los residuos están en el corazón mismo del proceso industrial, que al reducir la noción de pasado, presente y futuro a un presente insoportable y eternamente envenenado, se han convertido en un factor intrínseco a cualquier experiencia humana, actual y futura. A pesar de ello, y del lúcido pesimismo que podría inspirar esa conciencia, estas modernas Grandes Murallas, al igual que su predecesor histórico, no hacen imposibles o inútiles las incursiones hostiles en territorio enemigo, ni obsoletos los asaltos salvajes. En un mundo que se hunde, siguen expresando una libertad indómita y una conciencia sensible. Y eso es quizá lo que más importa hoy.

[Traduccion de Avis de tempetês, n. 55-56, 15 agosto 2022]

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El corte es posible

Posted on 2022/08/28 by avisbabel

Si el silencio da miedo, puede ser porque la ausencia de ruidos familiares tiene tendencia a devolvernos a nosotrxs mismxs. Avanzando en la oscuridad silenciosa, es común hablarse a unx mismx, chiflar un estribillo, pensar en voz alta para no encontrarse presa de la ansiedad. Esto no es tan fácil, incluso puede exigir un poco de ejercicio, pues nuestros cerebros son condicionados a identificar silencio con peligro y oscuridad con riesgo. Es la ansiedad provocada por el vacío, este sentimiento de encontrarse al borde del abismo y no tener la capacidad de desviar la mirada del precipicio abriéndose frente a nosotrxs. No obstante son también estos momentos en los que unx tiene tendencia a encontrarse con unx mismx, sin intermediario, ni intermediarixs, haciendo frente con la mente y las emociones.

Es difícil encontrar silencio y oscuridad en el mundo moderno. Los ruidos industriales nos acompañan en permanencia, los aparatos emiten sin cesar sus sonidos electrónicos y sino casi siempre hay alguien para llenar el vacío con su cháchara que es igualmente inaguantable y superficial. Hoy en día el miedo del vacío, la ansiedad del silencio, es sublimado entre otros por la conectividad permanente. Nunca solx, nunca en silencio, nunca frente al abismo. Y entonces nunca cara a cara con nosotrxs mismxs. Las llamadas y las voces del “interior”, todo este universo constituyendo la imaginación, la conciencia, la sensibilidad, la reflexión, el ensueño son vueltos mudos, ignorados, aplastados y remplazado por el bombardeo continuo de informaciones, de ruidos, de mensajes, de citas, de llamados al consumo, de recordatorios al orden. Así es que el mundo moderno esta exterminando al universo interno de lxs individuxs. Una vez destruido este ultimo, el ser humano se encuentra en las condiciones ideales para aceptar la esclavitud, incluso para abrazar la esclavitud aun sin disponer de capacidades de comprensión del estado en el cual se encuentra. Enredadxs en la telaraña.

Claro, todo esto no es nuevo. La historia de la opresión no empezó con el Smartphone. No hace mucho tiempo, el condicionamiento del espíritu humano se hizo sobre todo a través de una galaxia de campamentos/campos1. El campamento del trabajo que es la fábrica, el campamento de la educación que es la escuela, el campamento del control que es la autoridad familiar y los lugares del culto. Lo que no impide que a pesar de los hilos tejidos entre todas estas estructuras de dominación, quedara- relativamente- mucho vacío. Y este vacío, este intersticio, permitió alimentar la revuelta dentro de estos campamentos, contra estos campamentos y a la inversa. Lxs prisionerxs que se amotinan tienen, a pesar de todo, los ojos centrado en un horizonte, lo cual va más allá de los muros, no importa si el imaginario de este horizonte nos encanta o no. Aunque los diferentes campamentos aún no hayan desaparecido, la reestructuración capitalista y estatal, que se realiza específicamente a través de la implantación y extensión de tecnología, apunta a la eliminación de todo vacío, más allá de una explotación aumentada y un control aún más y más totalitario. La sed de conectividad permanente es al corazón de esta sinfonía mortífera. Una vez conectadx, unx siempre está un poco en el trabajo, en la familia, en el supermercado, en un concierto. Vinculadx por las correas electrónicas, unx esta expuestx sin cese a las órdenes del poder, rodeadx de advertencias a consumir, desnudx a los ojos del control. Nos encontramos enteramente a la disposición del capital, nos volvemos esclavxs llevando collares invisibles.

Alguien dijo que si la sociedad es una cárcel a cielo abierto, sus vigías deben ciertamente ser estas antenas y redes de comunicación que obstaculizan al cielo azul por todos lados con sus alambrados de fibra óptica y de electricidad. Para quienes desean frenar la reproducción de la dominación se vuelve esencial el lograr a mirar hacia otra dirección y diferentemente. No es que la comisaria de la esquina no deba atraer la atención de lxs enemigxs de la autoridad, o que la vitrina del banco no amerite ser destrozada, o que el tribunal no debería recibir visitas rabiosas, pero también es cierto que la dominación ha difundido sobre el territorio una vasta cantidad de estructuras relativamente pequeñas y poco protegidas, de las cuales mas y mas cosas dependen. Es en estas pequeñas cosas que se materializa la red invisible que nos encierra y que permite la reestructuración del Estado y el capital. Es ahí que pueden ser atacadas las arterias de la dominación que irrigan los campos de la explotación y de opresión. Es ahí que finalmente pueden ser reducidos al silencio las prótesis tecnológicas y sus zumbidos esclavizantes.

Pues el corte no solamente es necesario, es también posible. El 11 de febrero 2019 en Mérey-Vieilley en los alrededores de Besancon (región Doubs), una antena de retransmisión telefónica quedó fuera de servicio por un incendio devastador. El poste situado en pleno bosque de repente se abraso, consumido por las llamas, que de ninguna manera fueron accidentales. Un proveedor encargado de la gestión de éstos postes de telefonía móvil en la región incluso entregó esta revelación: “Este acto puso fuera de servicio nueve retransmisores más. Para dar una idea, esto representa varios decenas de miles de comunicaciones impactadas, todos los días.” Varios meses van a ser necesarios antes de restablecer completamente el funcionamiento de la antena. Y éste incendio nos recuerda que otras tres antenas fueron destruidas en los alrededores de la ciudad desde septiembre: en Chapelle-des-Buis, en Jourande, en Amagney. “Pirómanos, anarquistas, vengadorxs enfrentando a un operador?” balbucean comentaristas en búsqueda de hipótesis policiales, mientras que por otro lado lo que es seguro es que los nudos de ésta red están al alcance de la mano de cualquiera, y pueden ser estropeados con las estrellas como cómplices. Además de este caso, otras regiones dónde las antenas de telecomunicaciones son atacadas por lxs saboteadorxs: Cher (fueron cuatro episodios entre el 26 y 30 de septiembre 2018), en Alsace, en el Midi, en Gironde (Casseuil, el 24 de diciembre), en Gard (Bernis, el 23 de diciembre), en Vendée (Saint-Julien-des-Landes, el 11 diciembre), en Iles-de-France (Villeparisis, el 12 noviembre), en Isère (Grenoble, el 29 enero), para citar nada más que los ataques más recientes [el texto original fue publicado en febrero 2019]… Y se añaden los sabotajes hábiles a lo que conecta por vía subterránea éstas torres, centrales telefónicas y centros de computación: las fibras ópticas. A veces simplemente se logra cortando los cables, a veces incendiando los armarios de empalme, que contienen los retransmisores locales, que abastecen a un barrio, a una zona industrial o comercial… Se suman otros tipos de sabotajes de flujos de transporte (ferrocarriles y autopistas) y también de energía, como por ejemplo en Ile-de-France, la Drome, los Hautes-Alpes, el Hérault, el Ain, en el Norte… Pues la identificación de estos centros tecnológicos que son vitales para el funcionamiento de los Estados y del capital pasa también más allá de las fronteras ya que éstas prácticas destructivas, regularmente perturban los flujos, específicamente en Italia, Bélgica, Alemania y en Suiza.

Éstos son algunos ejemplos que sin duda lejos de ser exhaustivos, sucedieron en los últimos meses solamente, y muestran en todos los casos que un poco por todos lados, el corte es posible.

Es posible de manera autónoma, en tiempos de relativa tranquilidad, pero también en períodos más intensos, dónde la rabia muestra sus dientes, como es el caso en estos últimos tiempos en el Hexágono [Francia]. En el seno de la guerra social, toda ésta seguidilla de sabotajes dispersos y permanentes contra las infraestructuras de telecomunicaciones, de transporte y de energía pueden abrir un panorama aún más amplio para lxs que saben que están luchando en un territorio hostil y que aun así no bajan la cabeza.

Ya que nos encontramos detrás de las líneas del enemigo que nos rodea, entonces porque no actuar en consecuencia? Desorganizar las fuerzas adversarias, más que medirse a ellas en un enfrentamiento simétrico. Golpear y desaparecer, para reaparecer en otro lugar y golpear otra vez,

más que usar fuerzas particularmente destinadas a la represión. Lxs autoritarixs no pueden concebir el intento de revolución del mundo sin pensar en tomar los templos del poder y la gestión de las masas, con un tipo de simetría sesgada contra un enemigo bastante mejor equipado.

En cambio nosotrxs, lxs anarquistas ¿Podríamos desarrollar mejor la agilidad de los grupos pequeños, las capacidades de lxs individuxs, las relaciones interpersonales de reciprocidad, de confianza y conocimiento, hacia una difusión y dispersión de hostilidades, más que hacia la centralización y concentración? Tal manera de organizarnos nos parece más interesante para atacar a un enemigo cada vez más tentacular, pero que sigue dependiendo de la interconexión entre todos sus instrumentos y construcciones. Frente a la diseminación en el territorio de una gran cantidad de estas estructuras pequeñas de transmisión de ondas, energía o datos, nada es más adecuado que una constelación de grupos pequeños, actuando con total autonomía, capaces de coordinarse entre ellos cuando esto lo requiera, para ejercitarse de manera difusa, en la vieja y buena artimaña del sabotaje en contra las arterias del poder.

En el silencio que estos sabotajes imponen a las maquinas, en la perturbación que ellas infligen al “tiempo real” de la dominación, unx se encontrará frente a si mismx. Y esto es imprescindible y condicionante para practicar la libertad.

 

Notas

1Traducido de la palabra francés “camp”. Se refiere a (entre otros): un lugar para acumular mucha gente para una actividad especifica, para separarles de la sociedad, para disciplinarlas. por ejemplo “camp de réfugiés” campo de refugiados, “camp de travail” campo de trabajo, “camp de concentracion” campo de concentración. “camp” un lugar de estacionamiento o formación militar.

 

Traducido de Avis de tempetes, nr. 14, febrero 2019.

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Hijos de Eichmann?

Posted on 2022/07/02 by avisbabel

Hemos de abandonar definitivamente la esperanza ingenuamente optimista del siglo XIX de que las «luces» de los seres humanos se desarrollarían a la par que la técnica. Quien aún hoy se complace en tal esperanza no es sólo un supersticioso, no es sólo una reliquia de antaño.

[…] Cuanto más trepidante es el ritmo del progreso, cuanto mayores son los efectos de nuestra producción y más compleja la estructura de nuestros aparatos, tanto más rápidamente pierden nuestra representación y nuestra percepción la fuerza de avanzar al mismo ritmo, cuanto más rápidamente se eclipsan nuestras «luces», más ciegos nos volvemos.

Gunther Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann (1964)

Nuestra concepción de la historia ha sido fundamentalmente lineal. A pesar de monstruosas contradiccionescomo las de Auschwitz o Hiroshima, rápidamente reprimidas gracias a la inconsciencia mecánica, el mito del progreso se ha mantenido sólido durante las últimas décadas. Ha demostrado ser capaz de encajar golpes, de aceptar incluir algunos matices, y hoy parece que sigue estando plenamente armado para hacer frente al desencanto que inspira la catástrofe climática que se acelera ante nuestros ojos. “Ante nuestros ojos” posiblemente sea una mala expresión. Hace mucho tiempo que existe un “desfase” entre las acciones que realizamos dentro del aparato productivo y las consecuencias de estas acciones. No porque sean imperceptibles, demasiado pequeñas para ser captadas por nuestros sentidos y nuestra razón, sino porque se han vuelto (demasiado) inmensas.

La ola de calor –eufemismo que refleja la incapacidad del lenguaje y, por tanto, de nuestra capacidad para representar las cosas en el ámbito de lo sensato y lo racional– que actualmente recorre vastas zonas del planeta es tristemente indicativa de ello. No es posible para los humanos concebir la inmensidad de lo que está ocurriendo, terrible consecuencia de un siglo y medio de industrialización. Cientos de hectáreas de bosque arden en Siberia, pájaros deshidratados caen del cielo en el estado indio de Gujarat, seres humanos se asfixian y mueren a causa de un calor dantesco (nuevo récord de 51°C) que ha invadido la India y Pakistán, mientras que los torrentes de lodo desatados por el repentino deshielo de los glaciares y el desbordamiento de los lagos de las tierras altas arrasan todo lo que encuentran a su paso (incluidas ciudades y pueblos pakistaníes). Decenas de millones de personas hacinadas en ciudades de estos dos países ahora dependen de la llegada diaria de camiones cisterna con agua potable para sobrevivir.

Rompiendo todos los esquemas de linealidad tan apreciados en nuestra concepción histórica, el mundo del mañana ya está sucediendo hoy, un mundo en el que territorios enteros se vuelven inhabitables. Entonces nos aferramos desesperadamente a los modelos provisionales de ayer, rápidamente desmontados por la aceleración y el desbordamiento inesperado de tantos factores climáticos y sus retroalimentaciones, para tratar de imaginar ese famoso mundo de mañana. Durante los últimos meses se está volviendo a abrir paso, pero sigue revelando tan sólo una parte de su violencia mortal. Y de 1,2 grados, hasta los 2 o 3 grados de incremento, aumenta la probabilidad de que ese mundo del mañana se establezca de forma permanente e irremediable.

Al contrario de lo que se podría pensar, es llegando al final del sprint cuando alcanzamos nuestra máxima velocidad. Es cuando todo el cuerpo está preparado para realizar el mayor esfuerzo, para lograr la coordinación perfecta entre el movimiento muscular, la circulación sanguínea, los latidos del corazón y la respiración. Es el momento en el que “lo das todo”, justo antes de tener que aceptar que el cansancio se abrirá paso en tu cuerpo. La aceleración de la expansión de la civilización termoindustrial en los últimos años y la devastación planetaria que implica, parecen corresponder perfectamente con esta última fase del sprint. De hecho, parece que el organismo ya está fallando.

Por poner un ejemplo, el año pasado se batieron cuatro tristes récords. 2021 fue uno de los años más calurosos de los que se tiene constancia. La concentración de gases de efecto invernadero alcanzó un nuevo pico mundial en 2020, cuando la concentración de dióxido de carbono (CO2) alcanzó 413,2 partes por millón (ppm) en todo el mundo, lo que supone un 149% del nivel preindustrial. Como resultado, la temperatura del océano también alcanzó un récord el año pasado. Y aunque absorba cerca del 23% de las emisiones humanas anuales de CO2, ralentizando el aumento de su concentración en la atmósfera, el dióxido de carbono reacciona con el agua del mar y provoca la acidificación de los océanos, dañando de forma permanente las condiciones para la vida en las aguas. Además, el aumento del nivel del mar también ha alcanzado un nuevo récord, con una subida dos veces más rápida que a principios del siglo XXI. Por último, el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida nunca había sido tan grande y profundo como en 2021.

En esta carrera hacia el abismo, a principios de este año se superaron dos nuevos hitos: el quinto y el sexto “límite planetario” – los procesos naturales que aseguran la perpetuación de la vida en condiciones de existencia “aceptables”.

A principios de año se superó el umbral crítico de “introducción de nuevas sustancias en la biosfera“: la contaminación química de nuestro entorno. Antes de este quinto desbordamiento, la civilización industrial ya había rebasado los umbralesdel cambio climático, la diversidad genética (causando la pérdida de biodiversidad), comprometido el uso de la tierra y alterado el ciclo del fósforo y el nitrógeno. Unos meses más tarde, le llegó el turno al “sexto límite”: el ciclo del agua dulce. El agua dulce es la savia de la biosfera y, por tanto, esencial para mantener unas condiciones ambientales y climáticas sostenibles. Se suele distinguir entre el “agua azul”, la que nuestro consumo todavía no ha puesto en peligro, que corresponde al agua proveniente de las precipitaciones y que acabará almacenada en lagos, embalses o en el océano. Por otra parte, está el “agua verde”, que también procede de las precipitaciones atmosféricas y es absorbida por las plantas. Es esta agua la que se ve afectada. “La interferencia humana en el agua verde ha alcanzado ya una escala tal que aumenta el riesgo de cambios no lineales a gran escala y pone en peligro la capacidad del sistema terrestre de permanecer en las condiciones del Holoceno“, señala un estudio al respecto. Esta “agua verde” es, entre otras cosas, crucial para la evaporación, y por tanto para regular la atmósfera, así como para la humedad del suelo, que impide que los bosques se sequen. Para ilustrar las consecuencias, podríamos evocar la imagen del Amazonas, que se acerca a un punto de inflexión en el que grandes zonas podrían pasar de ser bosques tropicales a territorios de tipo sabana. En el mismo mes de abril en que se superó este límite del ciclo del agua dulce verde, nos enteramos de que en la Amazonía ya ni siquiera esperan a que se seque la selva. La deforestación industrial ha batido todos los récords: en un mes se ha talado el equivalente a 1.400 campos de fútbol.

Y con el calor, el mundo se seca. En Francia, el termómetro sube y las reservas de agua bajan. En el Cuerno de África, “la peor sequía de la historia” amenaza con la inanición a 20 millones de personas. En Chile, los cortes de agua son ya habituales. Este año, “más de 2.300 millones de personas se enfrentarán al estrés hídrico. Desde el año 2000, el número y la duración de las sequías han aumentado un 29%“, según un informe sobre la desertización mundial. La sequía forma parte de un círculo vicioso: menos agua significa menos fotosíntesis por parte de las plantas y, por tanto, menos almacenamiento de CO2… con lo que los ecosistemas se convierten gradualmente en emisores de carbono, especialmente durante las sequías extremas. En los ecosistemas europeos, por ejemplo, la fotosíntesis se redujo un 30% durante la sequía del verano de 2003, lo que supuso una liberación neta de carbono estimada en 0,5 gigatoneladas. Y aunque la cantidad de lluvia que caiga en un año sea la misma, no se distribuirá de la misma manera que hoy: en términos generales serán lluvias intensas y largos períodos de sequía. “Si no se intensifican las medidas, se calcula que 700 millones de personas correrán el riesgo de verse desplazados por la sequía de aquí a 2030” según el informe. De aquí a 2050, las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial y hasta 216 millones de personas podrían verse obligadas a emigrar. Para entonces, entre 4.800 y 5.700 millones de personas vivirán en zonas donde el agua escasea al menos un mes al año, frente a los 3.600 millones actuales.

Las tormentas de arena que han azotado a Irak con especial dureza en los últimos dos meses son otro ejemplo de las consecuencias de la desertificación. En todo el mundo, el desierto avanza de manera inexorable. Sus nubes anaranjadas entierran ciudades. Hay falta de agua y el suelo se está degradando. En Irak, mientras miles de personas son hospitalizadas con problemas respiratorios debido al “diluvio de arena”, el lago Sawa ha desaparecido por completo y se espera que el país experimente “272 días de polvo” al año durante las próximas dos décadas. Se calcula que el 70% de la masa terrestre mundial ya ha sido transformada por las actividades humanas, y hasta el 40% está degradada, principalmente a causa de la deforestación, los monocultivos intensivos, la minería y la urbanización. A causa del polvo, cada año se pierden 12 millones de hectáreas, el equivalente a la superficie de Benín. Esta desertificación, la destrucción del suelo y, en general, las consecuencias del cambio climático están implicadas en casi la mitad de los conflictos armados actuales del mundo, si nos atenemos sólo a este aspecto .

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« Si ayer se verificó el monstruo, no es porque existiese “todavía” ayer, sino porqueexistía “ya” ayer; (…) porque los de ayer fueron precursores de nuestro monstruoso mundo de hoy y de mañana. “Porque es indiscutible que la maquinización del mundo –y por tanto nuestra co-maquinización–, ha progresado desde ayer de la forma más aterradora”.

Gunther Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann (1964)

Estos esbozos altamente cuantificados de la agonía del planeta y de los seres vivos no pueden salvar la distancia entre nuestra percepción y nuestra representación. Un acontecimiento tan enorme, tan monstruoso, tan global como el cambio climático y la devastación de las condiciones de vida supera definitivamente nuestra capacidad de comprensión. ¿Sería demasiado arriesgado evocar un posible paralelismo, una posible continuidad incluso, entre los sistemas que integraron a millones de buenas personas como engranajes de una máquina industrial que gaseó y quemó a más de 6 millones de personas, o que empleó a otros millones de personas en el diseño y el uso efectivo de la bomba atómica… y los miles de millones atrapados hoy en los engranajes de un industrialismo forzado, cuyo horizonte sólo puede ser un holocausto de los vivos?

Se puede argumentar que tal continuidad no existe, no puede existir, dado que el exterminio de los judíos (y de otros) fue un proyecto deliberado ideado por los nazis; que la selección de Hiroshima y Nagasaki para perpetrar los asesinatos masivos atómicos fue una elección realizada según criterios políticos y científicos establecidos por un grupo muy concreto de generales, políticos y científicos. Podría decirse que no existe un plan deliberado para destruir los seres vivos (aunque los proyectos de “eugenesia climática” siempre han acompañado el auge del industrialismo para “torcer la cola de la naturaleza”, para “dominar las fuerzas de la naturaleza”, para corregir “defectos” o, más recientemente, para encaminar a la humanidad hacia un destino transhumanista o para domar el clima mediante la “geoingeniería”). No obstante, esto no impide que la intoxicación del mundo siga ahí. La exposición de los vivos a miles de explosiones nucleares es un hecho consumado. La sustitución de las plantas por quimeras modificadas genéticamente en nombre de la eficiencia económica está en curso.

Que actuemos con pleno conocimiento de causa, que sigamos anteponiendo un objetivo concreto (la expansión y la acumulación) a cualquier otra consideración, incluso cuando las consecuencias son tan nefastas que amenazan la propia continuidad de la vida en la Tierra; que por otro lado, de cara a la división del trabajo, no hacemos nada, o casi nada, para oponernos a la huida hacia delante de esta megamáquina exterminadora, al contrario, seguimos sin rechistar demasiado (salvo, quizás, para reclamar una mayor parte del botín de la depredación), realizando nuestro trabajo en refinerías, start-ups, plantas químicas, despachos, cuando, en definitiva, “nos negamos expresamente a saber lo que hacemos“, cuando “nos cegamos voluntariamente ante las consecuencias de nuestros actos, promovemos la ceguera de los demás y no la combatimos“, ¿no estamos ante una lógica eichmanniana?

Desde luego, no se puede admitir que Eichmann sólo hiciera su trabajo tal y como defendió en su juicio, y menos aún al principio. Para organizar los transportes a los campos de exterminio, debía tener el objetivo bien claro. No era “sólo” un engranaje –aunque, ante la monstruosidad, ese “sólo” suene inapropiado–. Pero es posible que más tarde se acostumbrara a su trabajo, que acabara absorbido por las tareas a realizar, y que en su mente el objetivo fuera sustituido por los cálculos, por el enfoque primordialmente técnico. Es en este sentido que podemos descubrir hoy, ante las consecuencias nefastas de nuestros actos, una actitud “digna” de un Eichmann manos a la obra.

Para evitar cualquier cosa que pueda parecerse a una especie de “culpa colectiva”, la gente ha llegado a intentar argumentar que bajo el régimen de Hitler, la gente no era necesariamente consciente del destino reservado a los judíos y al resto de deportados. Que el gaseo e incineración de seis millones de personas siguió siendo un secreto bien guardado del régimen de Hitler y del complejo industrial en que se conviertieron las SS encargadas del exterminio. Sin embargo, no había ningún alemán que no lo supiera, y si alguien realmente no lo sabía, era porque no quería saberlo – que viene a ser lo mismo. Ciertamente, no se puede decir que “todos los alemanes” tuvieran en mente el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales y enfermos mentales, pero eso no impidió que una gran mayoría contribuyese. Ya sea directa o indirectamente. No tienen la misma responsabilidad que un Eichmann o un guardia de Dachau, no tienen la misma implicación pero formaban parte de la máquina. Aquí es donde vemos el efecto del carácter mecánico en el trabajo, y de hecho, es indiscutible que desde Auschwitz, el mundo se ha vuelto más similar a una máquina.

A pesar de estar al corriente, de que hayamos empezado a sentirlo en nuestras carnes, de que la gestión estatal de la información no nos impida saber que en India y Pakistán la gente se asfixia en los hornos en que se han convertido las ciudades a consecuencia del proyecto industrial, ¿acaso es de extrañar que a pesar de todo sigamos haciendo nuestro trabajo? Y no sólo eso, sino que además ¿tratemos como terroristas extremistas que merecen ser encerrados a quienes se oponen por la fuerza, a quienes intentan destruir lo que nos destruye, aquienes a pesar del pesimismo que engendra su lucidez crítica eligen arriesgarse antes que seguir el juego? Entonces, ¿incluso entre aquellos que pretenden ser lúcidos y que no marchan ciegamente al son del industrialismo triunfante, resulta demasiado fácil entregarse al falso sucedáneo en lugar de a la acción real, el consuelo moral de un ligero distanciamiento del frenesí consumista en lugar del esfuerzo y el riesgo que supone un intento real de cortocircuitarlo, o bien la resignación cínica que acaba regodeándose en la depreciación, incluso el desprecio, de quienes todavía atacan y se atreven a enamorarse de la libertad en un mundo encadenado?

Mientras tanto la situación sigue empeorando. El cambio climático ya no está a las puertas, ha entrado con paso firme en la casa de la civilización industrial. Las hambrunas y sequías, las olas de calor y las tormentas devastadoras, la deforestación y la desertificación, el deshielo de los glaciares y la extinción masiva de especies azotan un planeta donde los humanos siguen creyendo que tras las adversidades les espera un futuro mejor. La realidad está ahí para desmentir esta creencia definitivamente. Tener esto en cuenta y actuar en consecuencia es contribuir a romper el abrazo mortal de la lógica eichmanniana.

Traducido de Avis de tempêtes, n. 54, 15 junio 2022. Traduccion recibida por mail.

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Economía de guerra

Posted on 2022/07/02 by avisbabel

En Bihar, uno de los estados más pobres y poblados de la India, la gota que colmó el vaso fue el miércoles 15 de junio, antes de extenderse a otras regiones, cuando miles de manifestantes comenzaron a atacar los intereses del Estado en una docena de ciudades. En Nawada, se prendió fuego a una oficina del partido gobernante (el ultranacionalista BJP), en Rewari se bloqueó la crucial autopista que une el estado de Rajastán con Nueva Delhi, en Gwalior se saqueó la estación de tren y se dañaron los trenes, en Secunderabad, Ballia, Arrah, En Buxar y Lakhisarai cientos de manifestantes prendieron fuego a vagones de tren, en Palwal atacaron la residencia del subcomisario de la ciudad y quemaron cinco coches de policía, en Bettiah atacaron la casa del viceministro (BJP) del estado y en Aligarh incendiaron el coche de un dirigente local del BJP. En total, en sólo tres días, además de que trenes enteros fueron consumidos por la ira y otros 300 vieron cancelada su salida, cientos de manifestantes fueron detenidos y decenas murieron o resultaron heridos por las balas de la policía, mientras que Internet fue suspendido por el gobierno en 12 distritos de Bihar.

Pero, ¿qué tiene el Estado indio que ha provocado toda esta ira? ¿Fue su inacción ante el calentamiento global, que provocó inusuales olas de calor de hasta 50ºC de marzo a mayo, una pérdida del 10 al 35% en el rendimiento de las cosechas en este granero de Asia, o las lluvias monzónicas más intensas en dos décadas que inundaron y arrasaron dos millones de hogares en 4.000 pueblos de la región de Assam (con decenas de muertos) a mediados de junio? No, lo que inflamó las mentes de los más pobres hasta el punto de llevarles a reducir a cenizas muchas estructuras estatales fue nada menos que el anuncio del vasto plan de reestructuración del ejército del país, que vino a destrozar sus sueños de una futura carrera militar que les asegurara un mejor empleo, matrimonio, casa y pensión.

Después de China, con sus 2,3 millones de soldados, la India tiene el segundo ejército más grande del mundo -lo que también lo convierte en el segundo creador de empleo del país- y ha decidido, al igual que su poderoso competidor, reducir su personal. En concreto, a los 46.000 jóvenes contratados este año en el ejército indio sólo se les ofrecerá un contrato de cuatro años, tras el cual sólo el 25% se mantendrá durante otros 15 años con los beneficios de los asesinos de Estado. Esto ha desencadenado una ola de ira entre los jóvenes desempleados de las regiones más pobres.

Más allá de la decepción de algunos de sus ciudadanos que habían depositado su dignidad en el más sangriento de los patriotismos, el Estado indio se limita a seguir la carrera armamentística mundial, recortando su reducido personal para reinvertir el dinero en una mayor tecnificación. En 2021, por ejemplo, se han gastado más de 2.000.000 millones de dólares en gastos militares en el mundo, mientras que en el momento álgido de la Guerra Fría, en los años 80, este gasto se acercaba a los 1.500.000 millones, y los tres primeros puestos los ocupan actualmente Estados Unidos (800.000 millones), China (293.000 millones)… e India (77.000 millones). Este ritmo infernal es compartido por todos los países del viejo continente, cuyo símbolo es sin duda la rica Alemania, que ha pasado de su hipócrita “Nie wieder Krieg” posterior a 1945 a una revisión de su Constitución votada casi por unanimidad el pasado 3 de junio, con el fin de grabar en piedra la creación de un fondo especial de 100.000 millones de euros destinado a rearmar el país. Dentro de la OTAN, estas cantidades forman parte del viejo objetivo de alcanzar el 2% del PIB dedicado al gasto militar, lo que ha llevado a Italia a aumentar su presupuesto de 25 a 38.000 millones de euros anuales para 2028, o a la pequeña Bélgica de 5 a 10.000 millones para 2035. Después de los miles de millones vertidos en Europa para “reactivar la economía” post-confinamiento, he aquí como se utiliza la guerra en Ucrania como pretexto para acelerar sus planes de inversión masiva en la industria bélica.

El 13 de junio, en la inauguración de la gran feria de armamento Eurosatory, celebrada junto a París, el miserable encorbatado al frente del país llegó a hacer un anuncio sensacional acorde con los tiempos: Francia había entrado en una “economía de guerra“. Pero, ¿qué significa esto, aparte de justificar, como en otros lugares, el enésimo aumento del presupuesto militar (de 41 a 50 mil millones de euros anuales para 2025) y el almacenamiento de municiones, proyectiles y otros misiles que la guerra en Ucrania está agotando demasiado rápido? Más allá de los asombrosos gastos, los ejércitos modernos se enfrentan a un doble problema: Por un lado, el aumento de las inversiones en investigación tecnológica, cuyas sumas nacionales no garantizan necesariamente resultados convincentes en la competencia internacional en este campo, y por otro, el tiempo necesario para fabricar equipos cada vez más sofisticados, que se alarga aún más por carencias como la que afecta al sector de los semiconductores o las tensiones en torno a ciertas materias primas (¡el tiempo de producción de un solo cañón de largo alcance Caesar, la joya de la corona de la industria militar francesa, ha pasado de nueve meses a dos años! ).

Es aquí donde la cuestión se vuelve ciertamente mucho más interesante para aquellos que no pretenden resignarse a esta nueva fase de aumento del poder asesino de los Estados, que obviamente no sólo concierne a las intervenciones armadas externas, sino también a todos los sujetos encerrados dentro de sus fronteras. Porque ¿cómo imaginar que en un momento en que las consecuencias climáticas sobre las poblaciones se aceleran a gran velocidad, la cuestión de su gestión militarizada no esté en el orden del día? En este sentido, es bastante significativo que el Primer Ministro belga haya puesto recientemente como ejemplo las graves inundaciones que afectaron a Valonia en 2021… para exigir un aumento del presupuesto militar. Más ampliamente, para resolver los problemas de temporalidad y criticidad del complejo militar-industrial que el maná financiero no puede resolver por sí solo, la “economía de guerra” que se acaba de decretar significa una drástica integración con fines militares de todos los sectores civiles que se consideren necesarios.

Siguiendo el ejemplo del Programa del Sistema de Prioridades y Asignaciones de Defensa (DPAS) -que autoriza al Estado norteamericano a requisar recursos humanos y materiales con fines de seguridad nacional-, la Direction Générale de l’Armement (DGA) francesa está en proceso de identificar todas las empresas industriales y tecnológicas vitales que aún no son de doble uso, es decir, que no trabajan tanto para el sector civil como para el militar. En el marco de la actual revisión de la ley de programación militar 2019-2025, el ejemplo aportado por los asesinos con galones es la posibilidad de una requisición estatal de pymes del sector de la mecánica de precisión, con el fin de ponerlas temporalmente a disposición de un fabricante de armas para que éste pueda acelerar sus ritmos y su ciclo de producción. El segundo ejemplo se refiere al suministro de materias primas críticas (titanio, aceros especiales, metales raros y ciertos componentes electrónicos), de las que el Estado desea asignar una parte prioritaria a su industria de guerra y a sus subcontratistas, en particular requisando las existencias latentes aquí y en las empresas. Y, de hecho, en este caso, el gobierno no sólo se limita a hablar de boquilla, sino que planea dirigir una parte más sustancial de la economía hacia sus objetivos belicistas.

Hoy, el viejo eslogan antimilitarista “la guerra empieza aquí” parece más pertinente que nunca, siempre que uno quiera tomárselo en serio y abrir mínimamente los ojos, para dirigirlos hacia los colaboradores con las manos manchadas de sangre que se multiplican bajo apariencias a veces inocuas.

Por ejemplo, algunos de los dominios tecnológicos más recientes se sitúan inmediatamente bajo el signo de la doble aplicación civil y militar, en particular en todo lo que se refiere a la inteligencia artificial, la simulación, la robótica o la realidad virtual, como atestiguan las 67 start-ups presentes en el salón de Eurosatory, como Conscious Labs (París-15), especializada en neurotecnologías, o Cilas (Orleans), con su láser antidrones.

Otras conforman la red de miles de pequeñas empresas de doble uso más tradicionales, que ya suministran a los grandes grupos armamentísticos (Thales, Dassault, Aubert & Duval, Arquus, Nexter), sabiendo que “Dassault tiene cinco mil proveedores para su Rafale” y que “basta con que uno se atasque para que todo se paralice“, como se recordaba recientemente un ingeniero en prensa especializada. Y para los que les falte imaginación en la materia, desde 2019 existe incluso una etiqueta “Utilizada por las Fuerzas Armadas Francesas” (UAF) otorgada por el ministerio del mismo nombre, la número 300 de las cuales fue a parar a la empresa Musthane (Willems, en el norte de Francia) por sus placas antideslizamiento para vehículos blindados, y una de las primeras fue concedida a Cailab (Rennes), que diseña componentes ópticos para telecomunicaciones.

Que las fuerzas armadas intervengan en caso de cualquier catástrofes excepto “naturales” ya es un hecho. Que se preparen para hacerles frente de manera creciente (ya sea pensando simplemente en desplazamientos forzados de población, guerras por los recursos o estallidos de revuelta que las consecuencias del calentamiento global sólo pueden exacerbar) tampoco es una novedad. Pero el hecho de que hayamos pasado oficialmente de una guerra de la economía a una economía de la guerra quizás sea más novedoso. Una de las consecuencias, sin duda, tomad nota de ello, es el dejar de ver con los mismos ojos a todas esas pequeñas empresas que pululan a nuestro alrededor, participando nolens volens* en la militarización en curso. Y para que sepan lo que pensamos, cada uno a su manera.

Traducido de Avis de tempêtes, n. 54, 15 junio 2022. Traduccion recibida por mail.

[NdT]* Volens nolens: quiera o no quiera

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Todxs los implicadxs

Posted on 2022/06/09 - 2022/06/09 by avisbabel

Con las primeras luces del alba, un camión de 40 toneladas se pone en marcha bajo una ligera lluvia. Sin embargo, no es uno de los miles de camiones que transportan mercancías por carretera, y su misión es mucho menos trivial. Con los faros encendidos, el camión atraviesa los suburbios de la capital bávara, Múnich. A su paso aparece la tenebrosa silueta de una grúa que parece dispuesta a clavar sus garras mecanizadas sobre alguna presa. Es un auténtico convoy: el camión va escoltado por coches de policía con las luces apagadas. Cuando llegan a su destino, los agentes de policía saltan de sus vehículos, derriban una puerta y se apresuran a entrar en las habitaciones. La operación no consiste en descubrir algo, están ahí para requisar. En contra de lo que se podría imaginar, no ponen sus manos sobre ningún sospechoso. Tampoco encuentran botes herméticos de explosivos ni armas bien escondidas, cuya ausencia no es en absoluto prueba de una inocencia poco recomendable en este mundo mortal. Ni siquiera alguna garrafa de gasolina por ahí. De todos modos eso no era lo que la policía buscaba. Habían venido para hacerse con un arma completamente diferente, una que agudiza la mente y fortalece el espíritu. En Munich, el 26 de abril de 2022, la policía vino a confiscar… una imprenta dedicada a escritos anarquistas.

Según relataron posteriormente compañeros de allí, los policías se llevaron toda la imprenta: “Desde el Risograph (una máquina de impresión) con los correspondientes tambores hasta la guillotina, desde la compaginadora hasta la encoladora, e incluso una histórica tipografía con sus juegos de plomo, todo acabó en la sala de pruebas de la policía“. También se han secuestrado decenas de miles de hojas de papel en blanco, litros de tinta y otros consumibles de impresión, así como miles de libros, folletos y periódicos. Un transporte considerable, lo que explica la presencia del camión y la grúa en este detestable convoy matutino.

En otros lugares de la ciudad, otros equipos policiales coordinados por el Servicio de Protección del Estado (Sección K43, “Delitos de motivación política”) echaron abajo las puertas de cuatro pisos, registraron varios sótanos y la biblioteca anarquista Frevel. El pretexto judicial para toda la operación no es muy original: se trata del sulfuroso §129, el artículo del código penal alemán que persigue “la creación de una organización criminal“. Desde tiempos inmemoriales, los anarquistas, los proscritos por excelencia – al menos en idea (pues sus filas no se han librado de la enfermedad del legalismo y del miedo paralizante o calculado a cualquier transgresión de la ley) –, han sido perseguidos por los Estados utilizando dichos artículos del código penal. A día de hoy, vemos cómo los Estados recurren a estos instrumentos legales para reprimir a los grupos anarquistas, para atacar la informalidad organizativa y las constelaciones de afinidad que huyen de los esquemas demasiado rígidos de una Organización capitalizada, para limitar el margen siempre precario de las iniciativas públicas y los espacios de encuentro y difusión, para disuadir a quienes escriben y distribuyen escritos anarquistas, como el semanario anarquista Zundlumpen, que está en el punto de mira de la policía bávara y que parece ser uno de los bastidores en los que la policía pretende colgar otros elementos de su investigación.

Contrariamente a cierta retórica, desgraciadamente todavía en boga entre compañerxs, que parece tratarse más bien de una terapia de autoconsuelo, no pensamos que el Estado esté atacando nuestros espacios, publicaciones e imprentas porque tenga miedo del discurso anarquista, o se sienta amenazado por nuestra distribución de libros y periódicos. Simplemente, para él, es una de esas cosas que se han vuelto tan fáciles de hacer. El “movimiento” anarquista y antiautoritario de hoy en día no es capaz de sacar a miles de personas a la calle cuando se incauta una de sus imprentas (aunque sí lo ha hecho en momentos puntuales de la historia), ni es capaz de levantarse cuando sus iniciativas públicas son sofocadas por el ensañamiento policial. Y esto no sólo tiene que ver con una reducción cuantitativa -muy importante- de las filas anarquistas, sino también con la profunda transformación de las relaciones sociales de las últimas décadas. La reestructuración tecnológica de la explotación capitalista, la inclusión de casi todos los ámbitos de la vida en la gestión estatal y la esfera capitalista, la erradicación de cualquier comunidad que no sea la (múltiple, es cierto) producida por la hidra tecnológica, por no hablar del atroz asalto al lenguaje, de su terrible empobrecimiento y sustitución por las imágenes transmitidas en las omnipresentes pantallas, o del abismo de inconsciencia y embrutecimiento al que se está arrojando (o empujando, al fin y al cabo, da igual) una buena parte de la humanidad: todo esto no está exento de consecuencias para la acción y la difusión de las ideas anarquistas. En la misma línea, los anarquistas tampoco permanecen indemnes: ellos también se ven afectados, incluso absorbidos, por la avalancha de las nuevas tecnologías, de la comunicación mediada instantánea, por la dificultad de proyectarse más allá del mañana, o por la incapacidad de distinguir entre lo que sería importante publicar y difundir hoy, y lo que sólo es un triste testimonio del vacío existencial que se apodera de ellos y de sus contemporáneos.

En resumen, el hecho de que el Estado ataque regularmente y con una despreocupación cada vez más temeraria los pocos espacios anarquistas que aún son visibles no es un testimonio de nuestra fuerza, sino de nuestra debilidad. Sinceramente, todo lo demás parece ser mera verborrea que no hace avanzar la necesaria reflexión, un juego retórico para no tener que enfrentarse a la cuestión que se hace ineludible con cada incautación de un periódico, con cada persecución de anarquistas con el pobre pretexto de la organización ilícita (con la variante de “criminal”, “terrorista”, “subversivo”, “ilegal”…): ¿Cómo seguir actuando en esta época de oscuridad tecnológica en la que la conciencia se extingue y nuestros bosques mentales son arrasados?

¿Con qué metodología, con qué formas de organización, con qué intentos para [evitar] cometer los mismos errores? Si sólo podemos compartir la orgullosa afirmación de que nos negaremos a adaptar nuestras ideas hasta el final, de que nos resistiremos al sometimiento, aunque eso signifique convertirnos en el último de los mohicanos para defender la idea de una libertad total, creemos que debemos aprehender las condiciones en las que actuamos y no ignorarlas.

Una operación tan burdamente totalitaria como la incautación de las máquinas de impresión (recordemos que en la época de la censura sistemática de las publicaciones anarquistas, el Estado se limitaba sobre todo a tachar los pasajes considerados demasiado virulentos o que iban más allá de la “libertad de expresión” para convertirse en “incitación al crimen”, y en los casos más extremos a la incautación del material impreso — no de las herramientas de impresión) es algo que concierne a todxs lxs anarquistas, independientemente de las actividades a las que se dediquen o de los caminos que elijan seguir. No porque ofrezca pruebas de que el discurso anarquista sigue siendo una amenaza para la estabilidad del Estado, ni porque actualice la vieja creencia que imagina el advenimiento de la revolución como el resultado del despertar de las conciencias dormidas gracias a los incansables esfuerzos de los propagandistas anarquistas que nunca duermen. No, nos concierne a todxs porque es indicativo del estado del mundo, del estado de las relaciones sociales y del futuro próximo en el que nos veremos abocados a actuar – o a renunciar. Sin sumarse al coro de la indignación legalista, puede decirse que la incautación de imprentas, el cierre de locales públicos, la disolución de grupos relativamente abiertos, nos transportan a otra dimensión distinta a la de la represión, en última instancia “normal” o “lógica”, que pretende dejar fuera de juego a quienes atacan físicamente las estructuras y las personas de la dominación. Aunque estas dos dimensiones siempre van juntas y no están tan separadas como algunos quieren creer, traer un camión de 40 toneladas para incautar una guillotina y una imprenta tipográfica de plomo recuerda bastante a las medidas habituales en otros regímenes. Y en esta época de carrera hacia adelante industrial y tecnológica abiertamente pluralista pero profundamente totalitaria, una práctica que parecía obsoleta bien podría sorprendernos de nuevo, sobre todo porque la mejor manera de desactivar cualquier posible peligro de la difusión de textos anarquistas es, por supuesto, su continua virtualización, su desrealización tecnológica. Pero nada desaparece para siempre y todo permanece potencialmente presente.

La generalización del trabajo asalariado no ha abolido definitivamente la esclavitud, la creación de centrales nucleares no ha hecho desaparecer las minas de carbón, la racionalización de la producción no ha enviado las minas artesanales al basurero de la historia. Este mito del progreso parece sufrir ahora los reveses de la realidad, que desgarra el velo de la desrealización. Muchas de las cosas que este mito había relegado a un pasado que nunca volvería ocupan ahora su lugar en una realidad de la que, al fin y al cabo, nunca habían desaparecido del todo. La guerra vuelve a estallar en el continente europeo, la escasez se hace visible incluso en los estantes de los supermercados, la amenaza de aniquilación nuclear se suma a las prácticas genocidas que acompañan a los conflictos, el cambio climático agita el espectro del hambre y el exterminio para cada vez más habitantes de este planeta que agoniza. En este escenario, la incautación de una imprenta anarquista no debería sorprender. La época en la que había que ocultar las imprentas, en la que había que conseguir discretas reservas de papel, en la que había que organizar las noticias de la lucha y de la profundización del pensamiento de forma clandestina y a través de una red capilar, no ha desaparecido definitivamente de la escena de la historia. Las condiciones para estos escenarios, incluso a la sombra de las tolerantes democracias occidentales, son cada vez más comunes y se acentuarán a medida que aumenten las presiones sociales y se extiendan los desequilibrios.

Por eso, la incautación de una imprenta anarquista en Múnich es un asunto que nos concierne a todas y todos.

[Avis de Tempetes, n. 53, mayo 2022, traducción recibida por mail]

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Golpear donde más duele

Posted on 2022/06/08 - 2022/06/09 by avisbabel

Las cadenas a romper

Alcanzar las largas y mórbidas raíces que el arado olvida,
Descubrir las profundidades; dejar los largos y pálidos zarcillos
Gastarlo todo para descubrir el cielo; ahora nada va bien
Excepto los espejos de acero del descubrimiento ….
Y los magníficos y enormes amaneceres del tiempo,
Después de que hayamos muerto.

Robinson Jeffers,
The broken Balance (1929)

El poeta estadounidense que escribió estos versos era un hombre al que no le gustaba la vida en sociedad. Estaba demasiado enamorado de la belleza de la naturaleza salvaje como para inclinarse ante los miserables logros de la civilización humana, prefiriendo la libertad solitaria a una vida en compañía de los horrores, genocidios y devastaciones que se producían y que él consideraba rasgos distintivos de la civilización. Llegó a definir su poesía filosófica, que fue una importante fuente de inspiración para el despertar ecológico de los años sesenta, como “inhumanismo”: “Debemos descentrar nuestras mentes de nosotros mismos / Debemos deshumanizar un poco nuestros puntos de vista y volvernos más confiados / Como la roca y el océano de los que estamos hechos“. Estas llamadas aún resuenan hoy en día, en los bosques oscuros y en los valles remotos, y quizás incluso en los pasillos de las ciudades-prisión donde ya nada nos une a la realidad, aparte de la mercancía concreta. Y si hay un obstáculo que todavía nos impide querer derribarlo todo para no prolongar la morbosa expectativa que nos asedia, un obstáculo que debemos eliminar urgentemente, es sin duda al famoso mito del progreso al que deberíamos dar la vuelta, a la creencia del pasado de que la historia humana avanza inexorablemente hacia una mayor libertad y felicidad. A estas alturas, ya es imposible ignorar que los grandes ecosistemas están colapsando, o que el empobrecimiento y la dependencia producidos por un siglo de industrialismo a marchas forzadas nos están aplastando, y de hecho es siempre detrás de los mismos clarines del progreso que se despliega cualquier adhesión a la civilización.

Al abrirse ante nosotros una nueva causa a la que adherirse, una nueva perspectiva amanece por fin para la humanidad, una nueva era se anuncia con bombo y platillo: la transición ecológica que hará frente al cambio climático. Se librará otra apasionada batalla política contra el pesimismo, ese que cobra fuerza cuando nos enfrentamos a la realidad de las cosas y no a su doble digital. La transición energética, las nuevas tecnologías, la desmaterialización, la ecologización de los procesos de producción ya tienen sus profetas, mientras que los capitanes llamados al rescate para dirigir las operaciones ya han ocupado sus puestos a bordo. Para finalizar, no faltan las masas, todavía algo reticentes. Porque, a pesar de la adhesión entusiasta de multitudes de consumidores, queda la desilusión y el desencanto generados por un mundo cubierto por el velo tecnológico, por una artificialización exacerbada del mundo sensible y por una negación de lo vivo, que no conducen necesariamente a la producción de un nuevo consenso tan simple. No es de extrañar, pues, que ese desencanto pueda manifestarse en todas las direcciones, y no necesariamente en las más gratificantes para el individuo, recurriendo quizá a la mítica nostalgia de una época dorada cercana, o al renacimiento del fanatismo religioso, hasta las evocaciones más militaristas que desean una aceleración hacia el fin del mundo y el apocalipsis final.

En el mundo que conocemos, ni los desequilibrios de los mercados mundiales, ni las guerras en curso y por venir, ni los populismos modernos ni los fantasmas divinos deben hacer que la megamáquina se desvíe de la carrera de velocidad en la que está inmersa. La transición energética tendrá que realizarse por las buenas o por las malas, la tierra tendrá que ser batida, perforada y triturada aún más, como nunca antes, para extraer de ella todas las materias primas y los metales necesarios para la perpetuación de esta civilización mortífera. Las fábricas tendrán que funcionar a pleno rendimiento para inundar el mundo con sus motores eléctricos, sus circuitos electrónicos, sus semiconductores y sus nanomateriales. El fanatismo de los cruzados del progreso no está dispuesto a retroceder ante nada ni nadie. Construirán presas para hacer frente a la subida del nivel del mar. Levantarán nuevas centrales nucleares y cubrirán la superficie de la tierra con paneles solares y turbinas eólicas para asegurar el flujo continuo de electricidad. Desarrollarán procesos de detección de gases de efecto invernadero para sustituir a los “pulmones del planeta”, talados, esquilmados y devastados sin cesar. Sin embargo, ante las fuerzas que se están desencadenando, todo su ingenio y su insensata fe en las soluciones técnicas sólo servirán para prolongar la agonía. Sólo conseguirán hacer cada vez mas improbable un cambio de rumbo radical hacia una perspectiva de libertad y autonomía, dentro de un cambio climático ya irreversible. ‘La naturaleza bate por última vez’, la naturaleza está jugando su última carta.

Frente a esta verdadera máquina de guerra, al servicio de la cual las cornetas del progreso siguen afirmando que la felicidad y la libertad se obtendrán contra la naturaleza, sometiéndola indefinidamente a los imperativos de la sociedad humana, otros siguen susurrando que la libertad sólo puede existir en la naturaleza. Que la autonomía nunca será compatible con la dependencia tecnológica, sea cual sea. Que las cadenas que hay que romper son las que la sociedad nos ha impuesto a la fuerza en nombre de nuestro bien, por nuestra seguridad, nuestra supervivencia o nuestra comodidad. Un bien del que ya conocemos el inmensurable precio a pagar, empezando por nuestra libertad.

 

Golpear donde más duele

Si alguien te golpea con un puño, no puedes defenderte de forma eficaz golpeando su puño: no puedes herirlo de esta forma. Para vencer el combate debes golpearlo donde mas le duele. Lo que significa esquivar el puño y golpear las partes mas vulnerables del cuerpo del adversario. […] atacar el sistema es como golpear un neumático. Un golpe de mazo puede destrozar el hierro fundido, ya que es rígido y quebradizo. Pero se puede martillar un trozo de goma sin causarle ningún daño, ya que es flexible. Esto contribuye inicialmente a que la protesta se desvanezca hasta perder su fuerza e impulso. Y el sistema se recupera.
Por eso, para golpear al sistema donde más le duele, hay que seleccionar los elementos que le impiden recuperarse y por los que luchará hasta el final. Lo que necesitamos no es un compromiso con el poder, sino una lucha a muerte.

Ted Kaczynski

El sistema se apoya más que nunca en sus capacidades elásticas de defensa. Conceder nuevos derechos flexibles cuando sea necesario, incluso integrando a las minorías, con la supresión por otro lado de los más arcaicos y recuperando cualquier ímpetu inicialmente subversivo que no pueda ser erradicado: esta es una de las vías recomendadas por el proyecto tecnológico en desarrollo en los países occidentales. En otros continentes (como en Asia o Sudamérica), el mismo proyecto puede incluso adoptar rasgos más abiertamente autoritarios, hasta el punto de que no dejan de surgir conflictos entre los distintos modelos, entre las diferentes formas de gestionar y desarrollar el poder tecno-industrial. Hoy, estos conflictos estallan en la periferia, pero mañana podrían estallar en otros lugares.

Por lo tanto, oponerse sólo a las formas que adoptan sin incidir en su fondo tiene poco sentido. A lo sumo, esto sólo llevará agua al molino de uno de los modelos en conflicto, como el denunciar superficialmente el control tecnológico que utiliza el Estado chino o el actual fervor belicista de Rusia, sugiriendo que el control capilar vigente por estos lares y sus múltiples “operaciones antiterroristas y humanitarias” en todo el planeta son, en todo caso, lo menos malo que se puede esperar. Por supuesto, no se puede afirmar de forma razonable que luchar en un territorio dominado por un Estado omnipresente y súper equipado sea equivalente a luchar en un territorio controlado por un Estado menos actualizado. Pero esto no impide que en cualquiera de los dos casos, una de las trampas mortales a evitar sea la de participar voluntariamente, con nuestras propias luchas, en el reajuste o adaptación en curso de la dominación (cuya caricatura reside ciertamente en nuestras latitudes en las luchas por tecnologías más inclusivas garantizadas por el Estado). Por eso hay que prestar más atención, tratando de golpear donde más duele, donde el sistema tenga menos facilidad para recuperar el control más adelante. En definitiva, no sólo debemos volvernos incontrolables o ingobernables, sino ser capaces de apuntar directamente a sus puntos débiles haciendo un esfuerzo de análisis y proyectualidad.

En varias ocasiones, tanto en escritos como en susurros, en intercambios y en observaciones, se han identificado las “infraestructuras críticas” como uno de los puntos vulnerables, porque irrigan el cuerpo de la sociedad y sus órganos con datos y energía, igual que las venas. Venas que pueden ser cortadas, incluso por pequeños grupos con medios bastante rudimentarios. Esto es lo que nos muestra la continuidad de los sabotajes de antenas y repetidores en varios países europeos, con una intensidad notable en ciertas regiones como Occitania donde, desde principios de año, estas verdaderas torres de control de la sociedad tecnológica han sufrido varios asaltos en caliente en Toulouse (12 de enero), Renneville (18 de enero), Lacroix-Falgarde (26 de febrero) o Carbonne (31 de marzo), con más de una docena de estructuras de telefonía móvil reducidas a cenizas desde el año pasado en la zona. Por no hablar del hecho de que esto haya llevado a los operadores a plantearse una serie de enigmas técnicos, como por ejemplo: ¿cómo sustituir adecuadamente un pilón excesivamente dañado e inseguro por antenas temporales, sin retrasar aún más la vuelta a la normalidad?

Otro ejemplo de arterias imprescindibles para esta sociedad hiperconectada es la fibra óptica, por la que fluyen los datos que hacen funcionar este mundo, y que también es objeto de cortes intencionados, y a veces coordinados, en plena naturaleza… o a pocos metros de una comisaría, como ocurrió en Quimper el pasado enero, cuando se fueron quemados dos armarios de telecomunicaciones. Y, por último, no podemos olvidar otras instalaciones cada vez más específicas que aseguran la continuidad de la energía eléctrica, la que hace girar los brazos de las máquinas, la que enciende las luces que ocultan las estrellas, la que asegura que todo funcione y que todo siga adelante. Ataques que han afectado a centrales de transformación, torres de alta tensión o armarios de media tensión, provocando a menudo cortes de electricidad, algunos de corta duración y otros más prolongados.

Aguas arriba

Todos los hombres sueñan, pero no de la misma manera. Los que sueñan por la noche en los recovecos polvorientos de su mente, se despiertan durante el día para descubrir la vanidad de esas imágenes: pero los que sueñan durante el día son peligrosos, porque pueden poner en práctica sus sueños para hacerlos posibles.

T. E. Lawrence

Son las 2.40 del lunes 4 de abril de 2022. En la industria STMicroelectronics de Crolles, en Isère, las máquinas se detienen, entonces intervienen las baterías de emergencia para restablecer el alumbrado mientras se activan los procedimientos de seguridad. La empresa, cuya producción está asegurada las 24 horas del día, está temporalmente paralizada, que no es poco, ya que STMicro es uno de los líderes mundiales en la producción de semiconductores, los elementos básicos de la industria tecnológica, un sector que con la pandemia de Covid y los problemas de las cadenas de suministro está pasando por dificultades a nivel mundial, con una escasez de semiconductores que ha frenado la recuperación económica. El origen de la parada de esta industria estratégica se encuentra en un emplazamiento de alta tensión un poco más lejos, en Froges. En el recinto de esa estación eléctrica, “quemaron algunos elementos de cableado muy concretos en un transformador”, lo que afectó “a la puesta en marcha de las líneas subterráneas de muy alta tensión (225.000 voltios) que conectan con el transformador de STMicro en Crolles. En el lugar aparecieron pintadas con aes circuladas a modo de punto de mira sobre la empresa ST Microelectronics.”

Son las 1.44 horas del martes 5 de abril. Las luces se apagan en las ciudades de Crolles y Bernin. En la importante zona industrial, se ha cortado la corriente. Decenas de empresas punteras han dejado de funcionar, y en los dos gigantes del Silicon Valley de Grenoble, STMicroelectronics y Soitec (con 4.300 y 1.700 empleados respectivamente), la producción de semiconductores y chips electrónicos se ha paralizado por completo. El parón fue causado por el incendio provocado de ocho líneas de 20.000 voltios y una de 225.000 voltios bajo el puente de Brignoud, que cruza el río Isère entre Villard-Bonnot y Crolles. El incendio duró varias horas y afectó a la estructura del puente, un importante punto de paso para los automovilistas y los trabajadores de la zona industrial de Grésivaudan. En la zona, tanto internet como la telefonía estuvieron interrumpidos. Al día siguiente, se conectaron algunos generadores de emergencia y se llevó una línea eléctrica provisional a Soitec para restablecer parte de la corriente, lo cual no impidió la caída en bolsa de STMicro y Soitec.

En cualquier caso, la vuelta a la normalidad no será inmediata, ya que “la industria de los semiconductores es muy sensible a los problemas eléctricos… Reanudar la producción lleva tiempo, porque es necesario inspeccionar todas las máquinas y ponerlas en marcha de nuevo cuando sea necesario”. Esto puede llevar días, o incluso semanas. Las salas utilizadas en procesos de producción de la industria de semiconductores dependen sobre todo de sistemas de ventilación filtrada y de diversos sensores (temperatura, humedad, etc) para asegurarse un nivel bajísimo de partículas y polvo en el aire, las cuales tienen que recalibrarse, especialmente tras un reinicio. Por no hablar de los ajustes de las propias máquinas de producción, que deben garantizar la combinación de un alto nivel de calidad y de producción en volumen, al tiempo que se producen a una escala muy pequeña, del orden del nanómetro“. La evaluación de los daños todavía está en curso, pero al parecer asciende a “decenas de millones de euros” sólo para los dos gigantes de semiconductores. El vicepresidente de Soitec también quiso señalar que “los incidentes de los dos últimos días se produjeron fuera de las empresas. Todo el mundo reconoce que somos una industria estratégica para el país, pero vemos que hoy en día algunos actos intencionados, algunos ataques, están consiguiendo golpear a esta industria. La redundancia de las fuentes de energía no ha sido suficiente para protegernos, ya que los malhechores han atacado todas las líneas de suministro eléctrico“.

Son las 15.30 horas del miércoles 13 de abril. En 380 empresas del sector de la tecnología digital y situadas en una importante tecnópolis de la aglomeración de Grenoble, Innovallée, la corriente se corta. Un total de 10.000 clientes, entre particulares, instituciones y empresas, están privados de electricidad en 6 municipios. El origen del bloqueo temporal está en lo que parece ser un nuevo sabotaje: en el interior del recinto de una central de alta tensión de Enedis, una instalación situada entre los edificios de la empresa y la A41, en el corazón de la tecnópolis, un incendio “probablemente criminal” dejó fuera de juego “una de las dos unidades del recinto, cuya función es transformar la alta tensión en media tensión (20.000 voltios)“. Según Enedis, “la corriente se restableció muy rápidamente“.

Evidentemente, estos sabotajes no han dejado de provocar patéticas declaraciones de las autoridades, acompañadas de peticiones de contar con más medios para que la policía pueda atrapar a los que la prensa ha calificado en esta ocasión de “saboteadores elusivos“, no sin añadir que “hay un reproche que sólo puede dirigirse a los grupos anarquistas sospechosos de estar detrás de las dos últimas acciones dirigidas contra este vasto recinto de alta tecnología en que se ha convertido el Grésivaudan: la falta de coherencia en lo que consideran una lucha noble“. Sin embargo, lo más importante sigue siendo, con mucho, el hecho de que incluso las industrias más grandes, especialmente vigiladas y consideradas estratégicas, pueden ser saboteadas. Un hecho y una sugerencia operativa que quizá aprecien todos aquellos que sueñan de día con poner de forma real y concreta un bastón en las ruedas de aquello que devasta este mundo y explota la vida: golpear río arriba para golpear donde más duele.

[Avis de tempêtes, n. 52, Abril 2022, traducción recibida por mail]

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Al alba de una nueva era

Posted on 2022/06/07 - 2022/06/09 by avisbabel

«Uno de los aspectos de esta cuarta revolución industrial
es que no cambiará lo que estamos haciendo,
nos cambiará a nosotros
»

Klaus Schwabb, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF), que acaba de publicar The Four Industrial Revolution, seguido de otra obra – en plena pandemia de Covid19, The Great Reset – en la cual llama a aprovechar la crisis sanitaria para acelerar el nacimiento de la «economía 4.0»

Si aceptamos la calificación de “revolución” para designar las transformaciones de la economía capitalista en el curso de su historia, es por supuesto en el sentido de que ciertas transformaciones han implicado una importante alteración en las relaciones de producción, las relaciones sociales, las jerarquías sociales, los hábitos y las costumbres. Pero el término sería engañoso si también lo entendiéramos como un “cambio de rumbo” radical y profundo. De hecho, desde la introducción del agua y el vapor para mecanizar la producción sustituyendoparte del trabajo manual por máquinas, hasta la extracción de uranio para su uso en las centrales nucleares que alimentan el complejo de producción, no ha habido ninguna “revolución” ni en la orientación ni en la lógica subyacente. Sigue siendo una cuestión de acumular beneficios, y para acumular, la economía debe crecer continuamente. Sin crecimiento, los márgenes para reinvertir y rentabilizar los beneficios son demasiado pequeños. Así que lo que llamamos progreso moderno cumple dos requisitos fundamentales: aumentar la dominación y la acumulación. Los dos aspectos –a menudo falsamente enfrentados en las figuras del “estado regulador” y del “libre mercado”– siempre han avanzado juntos. La apertura de nuevos mercados, la mercantilización de ciertos sectores, la extracción de recursos, la construcción y el mantenimiento de la infraestructura necesaria para la producción, todo ello no habría sido posible sin el crecimiento del poder estatal, y al revés, este crecimiento no hubiera sido posible sin el aporte de créditos, productos, armas y tecnologías por parte de los complejos industriales capitalistas. Los aburridos debates sobre los tipos del impuesto de sociedades, los costes salariales y la competitividad que parecen enfrentar al Estado con el mercado son básicamente pura palabrería: el “libre mercado” nunca existió y el Estado ha desempeñado un papel importante, si no indispensable, en el crecimiento de los grandes complejos económicos. Por poner un ejemplo reciente: los mercados financieros mundiales, base del sistema monetario mundial y que a menudo son presentados como el reino del capitalismo más auténtico, es decir, el menos restringido por regulaciones, simplemente no pueden existir sin los Estados. El “rescate” llevado a cabo tras el colapso financiero de 2008 es revelador a este respecto, y no puede sino asombrar a quienes creen en esa fábula tan interesada del Estado frente al capital.

* * *

Después de un período inicial de mecanización de la producción, que sufre una aceleración con la extracción masiva de carbón para alimentar los hornos industriales, entre 1760 y 1870 llega una segunda “revolución industrial” que generaliza la producción en masa y la expansión del complejo metalúrgico y energético. Esta fue la era del petróleo y la electricidad, las siderúrgicas y el motor de combustión. La “liberación” de fuerzas energéticas nunca antes vista, a través de la extracción de petróleo, hizo posible un aumento vertiginoso de la producción, y la primera gran hecatombe mundial de una magnitud sin precedentes. Cuanto más fuentes de energía se inyecten en la máquina, más se extiende por todo el mundo. La construcción de cientos de centrales nucleares, que prometían una fuente inagotable de energía eléctrica (pero menos manejable y flexible que el petróleo), selló el advenimiento de la megamáquina: un “complejo de civilización” en el que todos los sectores y aspectos se vuelven interdependientes. Cuando casi todos los territorios del mundo terminaron por integrarse en esta megamáquina y la producción en masa hizo bajar las tasas de beneficio con sobreproducciones cíclicas y saturaciones de mercado, comenzó una nueva era. Por un lado, era necesario superar el problema de la caída de las tasas de beneficio, por otro lado era necesario responder a los desafíos y amenazas que planteaban los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70. A principios de losaños 80, la electrónica y las tecnologías digitales desarrolladas en el complejo militar-industrial se integraron en un número cada vez mayor de procesos de producción. La disponibilidad de un dispositivo gigantesco capaz de proporcionar cada vez más energía a bajo costo fue fundamental para permitir, por un lado, la automatización de ciertos procesos productivos y, por otro, la deslocalización de fábricas en regiones más periféricas. Para liberar y estimular la acumulación necesaria para estas inversiones masivas, se han superado las divisiones tradicionales (entre la ciudad y el campo, por ejemplo) y se han “liberalizado” sectores que hasta ahora habían permanecido al margen, proceso que está llegando a su fin en la mayoría de los países. Junto con el endeudamiento endémico de los países llamados “periféricos”, sometidos a programas masivos de desarrollo de infraestructuras (al servicio de la extracción de materias primas), la fuerza financiera así liberada ha permitido un mayor crecimiento de la capacidad productiva.

Hoy se puede ver claramente, con el gran salto hacia delante experimental, ligado a la pandemia del Covid19, hasta que punto se han generalizado los procesos de automatización, también en la mayor parte de las regiones que se consideraban secundarias dentro de la economía mundial. Gracias a las tecnologías disponibles, ya es posible ir disminuyendo el “trabajo manual”. La gran mayoría de procesos productivos ya son guiados y gestionados digitalmente. La experiencia actual de asignar partes importantes de la actividad económica al “teletrabajo” permite percibir el terrorífico potencial. Estamos a la vigilia de lo que el fundador del Foro de Davos define, junto a otros “visionarios”, la “cuarta revolución industrial”. Se trata de la integración y convergencia de las tecnologías digitales, físicas y biológicas en una nueva visión del planeta y de la humanidad. La industria 4.0 implica una conectividad de masa (particularmente a través del 5G), la inteligencia artificial, la robótica, la automatización de la logística y el transporte, las nano- y bio-tecnologías, el internet de las cosas (IoT), el blockchain, la ingeniería genética y de materiales, las redes energéticas inteligentes, etc. Todo tecnologías “disruptivas”, es decir, con el potencial de cambiar radicalmentelos procesos productivos precedentes y las técnicas de acumulación “tradicionales”. Si por una lado su impacto sobre el clima se prevé desastroso, por el otro hasta los grandes capitales de la industria tecnológica advierten desde hace años que las tecnologías digitales y a la nueva etapa robótica provocará una desocupación de masa sin precedentes.

Si buena parte de los procesos productivos en las fábricas están ya ampliamente automatizados, también otros sectores están por experimentar transformaciones análogas. Según algunas estimaciones, hacia el 2035 podrían estar automatizados hasta el 86% de todos los empleos en el sector de la restauración, el 75% en el del comercio y el 59% en el de entretenimiento. En Reino Unido, durante el período comprendido entre 2011 y 2017, se han perdido el 25% de puestos de trabajo en cajas de supermercado debido a la introducción del pago tramite máquina. El sector de las compras a distancia y los envíos a domicilio es otro sector en plena automatización, cuyo modelo es la organización del trabajo de los almacenes de Amazon o Alibaba . En diferentes ciudades del mundo se están llevando a cabo notables experimentos para sustituir a los carteros humanos por robots y drones. Otras estimaciones mas generales temen una pérdida del 54% de los puestos de trabajo en Europa durante las próximos dos décadas si la expansión y el desarrollo de la automatización mantienen el ritmo actual. Pensemos también en la previsible generalización de las impresoras 3D, que permitirán sustituir obreros que fabrican objetos por máquinas que los imprimen. O en la posibilidad que ofrecen los algoritmos y el Big Data para reemplazar a los empleados de taquilla u oficina; en un contrato con una aseguradorao incluso en un diagnóstico médico, efectuado en base a decisiones automáticas. Está claro que la naturaleza del trabajo cambiará en los años que vendrán.

La cuestión del trabajo y la ocupación por lo tanto seguirán siendo prioritarias. El endeudamiento de los Estados, que permite conceder incentivos de supervivencia en forma de asistencia social o de indemnización a los expulsados del mercado laboral, puede parecer una solución,pero la volatilidad y la inestabilidad permanente de los mercados financieros no permitirán continuar durante mucho tiempo por el camino tomado por los grandes Estados capitalistas a lo largo del siglo pasado. Las luchas para defender el empleo no pueden, ahora más que nunca, llevarnos a ningún sitio. Estas muy raramente, por no decir nunca, afrontan la pregunta que realmente habría que plantear: ¿queremos la perpetuidad de un sistema industrial que está devastando el planeta y sus habitantes? ¿A qué estamos ofreciendo nuestra “fuerza de trabajo”? En este sentido, todo el batiburrillo de luchas “contra el capital” a menudo defendidas por la izquierda deben ser criticadas, o mejor, desertadas radicalmente. ¿Qué está ocurriendo últimamente en Francia?. ¿La anunciada deslocalización o el cierre de fábricas de automóviles, de neumáticos, de aeronáutica (civil y militar)?. Ciertamente, el cierre o la deslocalización de una nocividad no impide la continuidad del crecimiento mortífero, gracias sobre todo a la automatización, y en efecto, esto determina un potencial empobrecimiento de los viejos trabajadores. Pero la “defensa del puesto de trabajo”, la aceptación siempre mayor de las nuevas formas de (tele) trabajo por parte de sindicatos y explotados, los grotescos anuncios de un gobierno que pretende “reimpulsar la industria nacional”… todo esto forma inexorablemente parte de lo que hay que combatir. Cierto, una reestructuración de la producción siempre implica una parte de inestabilidad y de incertidumbre(esta inestabilidad por otra parte se ha convertido en el “sistema” nervioso central de la economía contemporánea): de aquí la necesidad de pasar a la ofensiva y no quedarse a remolque de los conflictos de “retaguardia”. Si no, terminaremos llevando agua a un molino no solamente decrépito, sino éticamente inaceptable y obsoleto en la práctica. No deberíamos prestarnos a defender la ocupación en una industria de aviones cazabombarderos (como Airbus, por poner un ejemplo), en un puerto que siempre han sido punto neurálgico para el comercio internacional y ahora en curso de automatización total, en una casa automovilística, en una central nuclear, una refinería… Ni deberíamos prestar nuestras (escasas) fuerzas a aquello que contribuye a la renovación capitalista del mundo, como los innumerables proyectos definidos como “sostenibles”, a imagen de los eólicos industriales. Lo que hace falta es intentar atacar la producción misma, con la perspectivade su destrucción (y no de su reajuste o para conseguir algunas concesiones salariales). Ya sea apuntando a los nuevos proyectos en vías de realización, golpeando directamente fábricas y centros de producción o saboteando lo que permite su funcionamiento (infraestructuras energéticas y de comunicación, redes logísticas e interdependencias variadas), Cuando los trabajadores, intentandoconservar su propio salario y sufriendo una panoplia de enfermedades causadas por la actividad que realizan, empiecen a destruir los instrumentos de producción (mas o menos mortíferos), podrán encontrar en nosotros cómplices e individuos solidarios; en cambio, si “luchan” por preservar esos instrumentos, concediéndoles la mistificación de una cierta “utilidad social”, no dejaremos de señalar y atacar su responsabilidad en el mantenimiento y la defensa de un aparato productivo que nos destruye, a nosotros junto con el planeta. Menos que nunca, la perspectiva de autogestión de las herramientas de producción existentes es una perspectiva verdaderamente revolucionaria:la única perspectiva revolucionaria, si, la única, es la destrucción de la producción, y por lo tanto, del trabajo.

La “cuarta revolución industrial” no es una simple evolución lógica y lineal que seguirá a la “tercera”. Surge en un momento en el que los imprevistos y las incertidumbres se acumulan por encima de su cabeza. El desempleo masivo es solo uno de estos aspectos, y no necesariamente el mas importante (el dominio nunca se ha privado del sacrificio de millones de personas). Por contra, el problema del clima se presenta siempre mas urgente a través de la aceleración de fenómenos increíbles (como incendios forestales, tormentas rabiosas, pandemias, extinción exponencial de especies…) ; los límites de la disponibilidad energética a bajo coste (principalmente en forma de petróleo) hacen previsible un colapso económico en pocas décadas (De ahí la aceleración de las “energías renovables”, aunque insuficiente para proporcionar el combustible necesario para mantener el crecimiento de la megamáquina); la “pérdida del alma”, de toda brújula, la creciente dificultad de gestionar las poblaciones (cada vez mas regiones se encuentran en una especie de estado permanente de guerra civil), el auge de fundamentalismos de todo tipo, las explosiones de rabia y desesperación que ya no se corresponden con los contextos “tradicionales” de la protesta. Todo esto implica a diferentes niveles cabos sueltosy potencialmente peligrosos a superar por los Estados, que se dopan a base de vigilancia de masas, militarización creciente, estrategias y fuerzas contra-insurreccionales, cárceles “inteligentes”…

El terrible auspicio del fundador del Foro de Davos de que la “cuarta revolución industrial terminará por “cambiarnos” nos ayuda a comprender donde se sitúan los nuevos terrenos de acumulación y depredación capitalista. Porque ya no trata solo de inducir al consumismo frenético, destruir los restos de una cierta autonomía o guiar el comportamiento mediante una incesante propaganda. Las nuevas tecnologías e industrias apuntarán cada vez más a “desacoplarnos de nuestros propios cuerpos y de nuestra comprensión de nosotros mismos como parte de una biosfera y un ritmo biológico, paraquetambién sean vistos como algo que comprar, actualizar y “arreglar” siempre como un conjunto de piezas mecanizadas intercambiables.” (La Cuarta y Quinta Revoluciones Industriales,de la publicación 325 nº 12, verano 2020). A groso modo, la creación de un ser dependiente de la cirugía, de medicamentos, de tecno-psiquiatría y dispositivos, permanentemente conectado a grandes bancos de datos, sumiso a influencias, sugestiones e imposiciones calculadas por algoritmos.

Diez años después de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagashaki, un erudito daba rienda suelta a sus peores temores respecto a la transformación en curso del ser humano: “Al crear la máquina pensante, el hombre ha dado el último paso hacia la sumisión a la mecanización, y su abdicación final ante el producto de su propio ingenio le dará un nuevo objeto de culto: un dios cibernético. Es verdad que la nueva religión exigirá a su fieles una fe todavía mas ciega que el Dios del hombre axial: la certeza que este demiurgo mecánico, cuyos cálculos no se podrán verificar humanamente, dará solo respuesta correctas…“. ¿Qué sería ese “dios cibernético” sino el advenimiento de la Inteligencia Artificial? La carrera definitivamente a empezado, el moloch digital se alimenta día tras día de datos que necesita para ganar potencia, las máquinas aprenden día tras día y aumentan su “capacidad de autonomía” (es decir, ejecución de tareas complejas sin intervención humana), la potencia de cálculo necesaria aumenta cada vez mas espectacularmente, los tentáculos de fibra óptica y ondas que conectan humanos, máquinas, plantas, terrenos y objetos se expanden rápidamente. Además, los científicos implicados en la creación de este demiurgo pueden basarse sólidamente, en ausencia de legitimidad, en mas de un siglo de racionalidad científica como única fuente de verdad (y, a fin de cuentas, de valor) barriendo todo lo que se le opone como si fuera oscurantismo, fundamentalismo o pesimismo paralizante.
La hora de la aparición de este “dios cibernético” puede estar más cerca de lo que pensamos,
o puede que ya esté aquí, tratando, paso a paso, de instalarse en el mundo en lugar de anunciar su llegada definitiva al son de trompetas. Lo que si es cierto es que la velocidad con la que convergen los diferentes sectores de la investigación, de producción y de gestión de población aumenta rápidamente. Las tecno-fantasías de ayer están a un paso de convertirse en realidades. ¿Quién habría pensado que el sistema productivo pudiera realmente permitirse pasar un gran número de empleos a teletrabajo en un abrir y cerrar de ojos y sin poner en peligro los procesos productivos?

* * *

Es difícil comprender todos los aspectos que determinarán esta nueva era. Incluso los visionarios modernos van a ciegas. Pero están emergiendo ciertos procesos de la cada vez más clara nebulosa que dará vida al nuevo mundo. La implantación de la red 5G es seguramente uno de estos, y es una batalla que hay que librar ahora. El 5G forma parte de los pilares de la transformación de la economía y ofrecerá al Estado una herramienta particularmente potente de control de la población. Esta puede ser la “primera” batalla relevante a la vigilia de la “cuarta revolución industrial”, una batalla que merece la pena combatir con toda la creatividad y la audacia que tenemos dentro.
Un primer paso, en suma, para entrar de lleno en la danza y encontrase en medio de la
hostilidad, cara a cara con un enemigo que no cesará de anestesiar las consciencias y el pensamiento a golpe de promesas terriblemente fabulosas.

[Avis de tempêtes, nº 35, Noviembre 2020, traducción recibida por mail]

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Cuando el sol y el viento…

Posted on 2022/06/06 - 2022/06/09 by avisbabel

«Cambiar todo para que no cambie nada»
Tancredi, Il gattopardo (1958)

¿Cómo hacer que la sociedad industrial sea eterna? He aquí la vieja pregunta que los líderes del mundo se ven obligados a plantearse ahora de una manera diferente. Obligados, en el sentido de que ciertos patrones de explotación corren el riesgo de salirse de control si las sociedades continúan siguiendo el mismo patrón. Cada verano, los bosques arden en proporciones cada vez más apocalípticas, y hasta el Círculo Polar Ártico. Las tierras se secan. Las aguas del mar suben. Los océanos se vacían de peces. La contaminación mata irremediablemente a la fauna y a la flora, y hace que el ser humano dependa aún más de la industria farmacéutica para hacer frente a todo ello. Cuanto más avanza la devastación, más se acepta la artificialización de lo todo lo vivo como única solución.

Y de hecho es la única solución. En cualquier caso para seguir por el mismo camino. Regular aún más los territorios, modificar genéticamente los organismos, construir presas, reorganizar los bosques, fertilizar el suelo con ayuda de productos industriales… son las únicas formas de dar un atisbo de vida a lo que ya está muerto. En nombre de la preservación del planeta, se está destruyendo lo que queda de él para construir un simulacro. Algo que se parece a nosotros, pero no lo es. Ser o parecer, esa es la cuestión, podría haber dicho el famoso poeta inglés. Nuestra época se dedica a las apariencias y a los fantasmas. Esta “desrealización” está en marcha y se hace palpable en todas partes, incluso en las relaciones humanas, hasta en lo más profundo del individuo, que se ve sometido a esta carrera hacia delante que lo mutila, lo adapta, lo convierte en artificial, en una copia empobrecida de lo que podría haber sido.

Hace unas décadas, Francia eligió con orgullo la opción totalmente nuclear. Instaladas por doquier, las centrales se prometen un futuro brillante como garantes de la famosa “independencia energética” del país. De hecho, se ha demostrado que es más “fácil” mantener el puño de hierro sobre un país como Níger, principal proveedor de uranio francés y también uno de los más pobres del mundo, que preservar las posiciones estratégicas en el tablero del petróleo en Oriente Medio. Hoy, el “ciclo francés” de la producción nuclear no ha terminado. Quedan por delante una serie de centrales cada vez más envejecidas – cuyo desmantelamiento no será más que un enorme experimento a cielo abierto sin garantías de éxito –, la irradiación de larga duración de ciertas zonas y, sobre todo, los consabidos residuos, para los que actualmente no hay más solución que enterrarlos y ver qué pasa con el tiempo. El proyecto de enterramiento de los residuos nucleares en Bure es, por tanto, una de las piedras angulares de todo el proyecto nuclear francés, y enseguida se entiende por qué la resistencia local choca con una represión que no piensa ahorrar golpes. Una lucha especialmente importante, como debería haber sido la de esta otra “perla” atómica francesa, lanzada en 2006: el proyecto ITER en Provenza, probablemente uno de los proyectos más ambiciosos en el campo de la energía, apoyado por 35 países, para investigar, con el año 2035 como nuevo horizonte práctico, la fusión nuclear (técnica experimental que pretende imitar al sol fusionando pequeños núcleos atómicos para liberar una energía gigantesca, lo que difiere de la fisión actualmente implantada en las centrales, que “rompe” grandes átomos para recuperar su energía).

Pero sin esperar a la realización de los proyectos a largo plazo de los nucleócratas, otros avances tecnológicos han permitido ya la exploración masiva de “nuevas” fuentes de energía, las más emblemáticas de las cuales son, sin duda, la energía eólica, la fotovoltaica y lo que se conoce con el engañoso nombre de “biomasa”, es decir, el buen proceso antiguo de quemar materiales orgánicos para producir calor (y posiblemente electricidad). En medio del encierro decidido para hacer frente a la pandemia del Covid 19, el Estado francés presentó su “planificación energética plurianual”, una especie de hoja de ruta para el desarrollo del sector energético. Anunciado como una demostración de los esfuerzos del Estado por avanzar hacia una “transición energética” (es decir, reducir las emisiones de CO2), este proyecto es sobre todo un indicador de lo que, en gran medida, debería hacerse en los próximos años. Para captar el alcance de esta “planificación” (a la que el Estado, en su mejor tradición burocrática, ha dotado de un bonito acrónimo que probablemente se repita con frecuencia en el discurso: EPP), es desgraciadamente inevitable echar un vistazo a las cifras de la evolución prevista entre 2018 y 2028. Cuando el proyecto se refiere a la energía, incluye tanto la producción de calor y electricidad como el uso de hidrocarburos (principalmente petróleo). A menudo se comparan los limones y las peras, pero vamos a pasar por alto eso.

En concreto, el PPE prevé un descenso del 15,4% en el consumo de energía para 2028. Para reducir este consumo, tiene previsto producir más que nunca: la industria tendrá que fabricar coches que consuman menos energía, construir edificios mejor aislados, instalar redes de calor, sustituir los camiones y autobuses diésel por vehículos de gas, etc. Toda esta producción industrial 2.0 y 3.0 implica, obviamente, un importante consumo de energía, y a nadie le apetece calcular cuánta energía se “ahorrará” realmente, al final, si se incluye la producción de estos nuevos productos que consuman menos energía. Pero si este problema no se discute nunca, sigue siendo fundamental y sólo impone una conclusión: si se considera el sistema industrial en su conjunto, no existe ninguna manera dulce de reducir el consumo energético. La única manera sería detener las máquinas, abandonar las necesidades inducidas, renunciar al modo de vida industrial, y ese “futuro” obviamente no se contempla, ni en los gabinetes de los ministerios, ni en la gran mayoría de los hogares.

Sigamos con los datos, porque tienen cierto interés y son un poco más “palpables” que la palabrería habitual sobre “descarbonización” y “transición”.

En 2018, con algunos territorios ya totalmente sacrificados, como el norte de Francia, el parque eólico produce 15 gigavatios. El objetivo para 2028, es decir, a menos de diez años, es duplicar esta producción hasta los 33 Gw. Para verlo en perspectiva, el parque nuclear francés produce actualmente unos 60 Gw. De los 8.000 aerogeneradores instalados hoy, se pasará a 14.500 en 2028, es decir, casi el doble, de los cuales una pequeña parte (5 Gw) se instalará en el mar, principalmente en la costa bretona.

Continuemos. En 2018, la producción fotovoltaica en Francia (tanto los “parques solares” como los paneles solares instalados en los tejados de las empresas y los domicilios particulares) alcanzó los 10 Gw; en 2028, deberá aumentar hasta los 44 Gw, es decir, se cuadruplicará. Por último, para seguir en el sector de las llamadas “energías renovables”, está el sector de la biomasa (bio no se refiere a la producción “orgánica”, sino a que consume materia orgánica). Dedicado principalmente a la producción de calor, este sector también produce electricidad. La mitad de lo que se quema son residuos domésticos, seguido de los combustibles sólidos (madera, maíz, colza) y, por último, el biogás (metanización de residuos por fermentación). En 2018, para 42 centrales eléctricas en funcionamiento, el sector de la biomasa produjo menos de 1 Gw y sólo aumentará ligeramente de aquí a 2028, siguiendo el ejemplo de la hidroelectricidad (22 Gw hoy, 26 Gw en 2023 gracias, en particular, a la optimización de las presas existentes en el Ródano).

Conclusión del “PPE”: el Estado apuesta por la energía eólica y la fotovoltaica para poder “cerrar” de cuatro a seis reactores nucleares de aquí a 2028. Sin embargo, el Estado es consciente de que “el consenso en torno a la energía eólica se está debilitando”. Tras la campaña de propaganda lanzada para promover el 5G, el PPE planea una gran campaña de “concienciación” para que los parques eólicos sean aceptados en todas partes. Sabiendo que tres de cada cuatro proyectos son objeto de diversas objeciones (lo que conlleva algunos retrasos, aunque el 90% de los procedimientos judiciales de impugnación de los parques no llegan a su fin — reservado a los maniáticos legalistas), es fácil prever que la futura instalación de más y más parques eólicos pueda provocar nuevas resistencias. En casi todas partes existen ya colectivos y comités, a menudo con una molesta tendencia ciudadana, que protestan contra estos proyectos, sean nuevos o ya existentes. Pero lo más interesante es que también se están llevando a cabo sabotajes en casi todas partes contra los postes de medición del viento (que son esenciales para la instalación de un futuro parque eólico), contra los propios parques eólicos y contra las obras en curso. Sin embargo, ante la avalancha de “críticas” contra los parques eólicos, que al mismo tiempo apoyan la energía nuclear, parece importante incorporar a esta resistencia un claro rechazo a estas estructuras… así como al mundo resultante. Oponerse a los parques eólicos sin criticar el industrialismo y el modo de vida que ha generado sólo puede conducir a la búsqueda de otras estructuras, tal vez menos horribles a simple vista, menos ruidosas o menos exterminadoras de aves y vegetación, pero que siempre tendrán el objetivo de garantizar un futuro para la sociedad tecno-industrial. Se trata de la misma trampa en la que cayeron un buen número de ecologistas decididamente antinucleares que planteaban la explotación del viento y del sol en lugar del átomo: hoy pueden recoger lo que han sembrado.

¿Es necesario seguir insistiendo en lo fundamental y “crítica” que es la producción de energía para el Estado y el capital? En todo el mundo, los Estados corren detrás de sus fuentes, librando guerras, colonizando territorios para asegurarlo. Sin embargo, la carrera por encontrar “alternativas” (o más bien complementos) para satisfacer una demanda de energía cada vez mayor: gas de esquisto, arenas bituminosas, aceite de colza y maíz modificados genéticamente, centrales marinas, parques eólicos, centrales solares fotovoltaicas, nanoestructuración de materiales conductores… la investigación es desenfrenada y la competencia feroz. Por otro lado, los Estados que pueden permitírselo también están desarrollando proyectos para aumentar la resiliencia de sus redes energéticas, advirtiendo de la vulnerabilidad de la economía y el gobierno del Estado, que dependen en gran medida de una red que, en última instancia, es demasiado frágil para los intereses que representa.

Sin ninguna pretensión, ¿qué podría hacer un individuo, un puñado de individuos, con­tra el monstruo industrial? Tal vez por si solo no sea muy deci­si­vo, y en cualquier caso no lo haga caer. Pero si puede aco­sarlo, retrasar sus proyec­tos, molestarlo hasta el hartazgo — todo eso si pue­den hacerlo. Con medios sencillos, mucha imaginación y un poco de coraje. Cuando el sol y el viento se po­nen al servicio de la dominación, son la oscuridad de la noche y la calma de los cielos estrellados las que nos llaman. Se trata, más que nunca, de permanecer libre y vivo en un mundo mortífero, de vivir resueltamente en un mundo en plena descomposición…

[Avis de tempêtes, n. 31-32, 15 agosto 2020, traducción recibida por mail]

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La pequeña sugerencia de Lagertha

Posted on 2022/05/13 - 2022/05/22 by avisbabel

Erigido en el extremo norte de la isla danesa de Zelanda, el majestuoso castillo de Elsinore controló el estrecho que conduce al mar Báltico durante varios siglos. Si este monumento sigue siendo hoy el orgullo de los lugareños, otros no dejan de recordar con malicia que sigue siendo especialmente conocido fuera de la isla por haber servido de escenario a una célebre tragedia, de la que generalmente solo se conserva el hecho de que ” allí hay algo podrido en el Reino de Dinamarca“. Y lo que es más, ni siquiera se puede contar con noticias recientes para contradecir el viejo adagio de Shakespeare. Al contrario. ¿No es cierto que allí es donde el 3 de junio se aprobó la ley que permite la liberación masiva de solicitantes de asilo del país, subcontratando ahora su “recepción” a terceros países fuera de la Unión Europea mientras estudian el expediente (se está discutiendo con Egipto, Etiopía y Ruanda)? ¿Y no es este territorio del viejo continente el que fue pionero en la imposición a la población de un “Pasaporte COVID” a partir del 21 de abril, obligatorio desde hace más de 15 años en cines, estadios, bibliotecas, bares o incluso… autoescuelas y otros salones de peluquería?

Por otro lado, también es en este país nórdico donde luego resurgió una pequeña sugerencia anónima, ofrecida a todos los manifestantes quemados con poner fin a estas nuevas medidas liberticidas. Una pequeña sugerencia que incluso se repitió dos veces (por si alguien no escuchó correctamente) a unos treinta kilómetros del castillo de Elsinore, tocando precisamente algo podrido del reino de Dinamarca y ‘algún otro lugar’. Se trata nada menos que de desbaratar los controles de identidad de la policía y del código QR sanitario que realiza cualquier otro títere saboteando las ondas que conectan smartphones y tablets a sus imprescindibles bases de datos de todo tipo .

La primera alarma para las autoridades se produjo el 25 de mayo en la localidad de Vejby, cerca de la costa de Kattegat en Zelanda, a unos 50 km al norte de Copenhague. Allí, se desató un incendio nocturno contra una estación base y su edificio adyacente, que cortó a todos los operadores de telefonía móvil de la zona. Pero eso no es todo, ya que las autoridades señalaron de puntillas que la infraestructura carbonizada también albergaba no solo un radar del ejército para la vigilancia del agua (en este caso la Armada), sino también varios equipos de la red encriptada de la policía danesa necesarios para los controles (SINE, SIkkerhedsNettet ) . Los investigadores inicialmente circunspectos se sintieron rápidamente intrigados por la presencia “de un gran agujero en la cerca detrás de la instalación segura “, luego acordonó inmediatamente el área antes de ser rastreado por perros todo el día siguiente.

La segunda alarma se produjo el 15 de julio en la ciudad de Helsinge, a 5 kilómetros de Vejby, cuando una segunda antena retransmisora ​​se convirtió en humo alrededor de las 2:30 am. Una vez más, el fuego mordió los cables entre el edificio que alberga los equipos de telecomunicaciones y la propia antena, antes de trepar por esta última. Las autoridades descontentas afirmaron entonces que “cualquier vínculo con incendios de naturaleza similar también se incluirá en la investigación ” y han vuelto a llamar a los fieles perros (nos referimos a los de cuatro patas) para inspeccionar la zona.

Mientras que los buenos sabuesos daneses, sin duda menos versados en este campo que otros colegas europeos están ahora analizando la teoría humeante de la “autocombustión de antena” -ciertamente cansados ​​de servir a la policía y al control sanitario o de vigilar el teletrabajo- así como en el hecho de que podría ser ” Simplemente sea ​​una extraña coincidencia” , por nuestra parte podríamos arriesgarnos a otra hipótesis. Y un poco más realista, ¡qué diablos!

Para eso, tenemos que volver al mítico skjaldmö de “Vikingos”, estos guerreros con escudos que en ocasiones lucharon por centenares contra los godos o los hunos, según cuenta la historia de las sagas nórdicas. Uno de ellos, quizás el más famoso, se llamaba Lagertha y había ganado el Valhalla hacía varios siglos, cuando de repente comprendió que esperar con Odín la gran catástrofe final era solo una calcomanía milenaria de las tonterías cristianas. Y que incluso si eso significa terminar en este soso siglo XXI en forma de música electrónica, videojuegos, series de televisión o peor aún, fantasías neonazis, también podrías volver directamente a Kattegat para saquear todo lo que lo ha hecho posible. Una vez de regreso en su amada bahía, fue allí, la primavera pasada, donde le disgustó este mundo mediado por más y más apéndices, cada vez más tecnológicos, donde demasiados seres blanden con deleite la pantalla de su propia servidumbre. Lejos de cualquier resignación, se comprometió una vez más a “deslizar el pánico de sus amigos hacia el campo enemigo”, como dijo el odioso monje que una vez escribió su leyenda. Si ciertamente le faltó tiempo para entender las nuevas relaciones sociales en el origen de toda esta mierda, tardó poco en prender fuego con deleite a las dos torres de cables y radares que la rodeaban. Estas estructuras de telecomunicaciones no solo chocaban contra su propia sensibilidad, no solo bloqueaban cualquier horizonte deseable, sino que también proporcionaban concretamente al enemigo los medios de un control difuso permanente, evitándole muchas batallas.

Al enterarse un poco más tarde de lo que el poeta anglosajón había escrito en Hamlet sobre Dinamarca, Lagertha no pudo evitar sonreír. Caminando hasta el borde de las olas, continuó aún más bella, pensando que si ahora todo el planeta estaba afectado por la misma decadencia tecnológica privándonos poco a poco de toda autonomía, el remedio primitivo que acababa de emplear por reflejo en Vejby como en Helsinge, por otro lado, siempre funcionó de maravilla…

(Avis de tempêtes, n. 43-44, 15 de agosto de 2021. Traducido por alasbarricadas)

 

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